jueves, 23 de agosto de 2007

Con conocimiento de Causa...El Problema de la Democracia.

“Democracia significa etimológicamente la dominación de las masas. Pero no tomemos el término dominación en un sentido formal. El dominio real no puede ser confundido con el voto: el voto, incluso el que se emite libremente, pude ser, y lo es frecuentemente, la farsa de la democracia. La democracia no es el voto relativo a cuestiones secundarias, ni la designación de personas que decidirán por ellas mismas, fuera de cualquier control efectivo, sobre las cuestiones esenciales. La democracia no consiste tampoco en llamar a las personas a pronunciarse sobre cuestiones incomprensibles o que carecen de sentido para ellas. El dominio real es el poder decidir por sí mismos sobre cuestiones esenciales y hacerlo con conocimiento de causa.
En estas cuatro palabras: con conocimiento de causa, se encuentra todo el problema de la democracia. No tiene ningún sentido llamar a las personas a que se pronuncien sobre determinados asuntos si no pueden hacerlo con conocimiento de causa. Esta cuestión viene siendo señalada desde hace mucho tiempo por los críticos reaccionarios o fascistas de la democracia burguesa, y a veces se la vuelve a encontrar en la argumentación privada de los estalinistas más cínicos. Es evidente que la democracia burguesa es una comedia, ésta es razón suficiente para que nadie en la sociedad capitalista pueda pronunciarse con conocimiento de causa, y menos que nadie las masas, a quienes se les ocultan sistemáticamente la realidad económica y política, así como el sentido de las cuestiones planteadas.
La conclusión que se desprende no es confiar el poder a una casta de burócratas incompetentes e incontrolables, sino la de transformar la realidad social, de forma que los datos esenciales y los problemas fundamentales sean asequibles para los individuos, y que éstos puedan decidir con conocimiento de causa”.
(Cornelius Castoriadis, Le contenu du socialisme, 1957)

martes, 21 de agosto de 2007

De cómo el viejo tonto removió las montañas (fábula)


Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos setecientos li* de contorno y diez mil ren** de altura.

Al norte de estos montes vivía un anciano de unos noventa años al que llamaban El Viejo Tonto.

Su casa miraba hacia estas montañas y él encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o regresaba; así que un día reunió a su familia para discutir el asunto.

-¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas? -Sugirió. Entonces podríamos abrir un camino hacia el sur, hasta la orilla del río Hanshui.
Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su mujer dudaba.

-No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para desmontar un cerrejón –objetó- ¿cómo podrán remover esas dos montañas?. Además, ¿dónde van a vaciar toda la tierra y los peñascos?

-Los vaciaremos en el mar –fue la respuesta.

Entonces El Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y tierra y en canastos las acarrearon al mar. Una vecina, llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niñito fue con ellos para ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.
Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.

-¡Basta de esta tontería! –exclamaba - ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es usted no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas de esas montañas. ¿Cómo va a remover tierra y piedras en tal cantidad?
El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.

-¡Qué torpe es usted! –le dijo-. No tiene usted ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?
Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.

Lie Zi (atribuido a Lie Yukou, que vivió en el siglo V antes de nuestra era)

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* 1 li = ½ kilómetro.
** Ren = medida de longitud de la antigua China. 1 ren equivale a 2 ½ metros aproximadamente.

lunes, 6 de agosto de 2007

Socialismo del Siglo XXI

(De Juan Carlos Monedero)

1) El socialismo del siglo XXI ha aprendido de los errores del siglo pasado y ya no intercambia justicia por libertad

Desde hace cinco siglos el capitalismo ha impuesto su lógica depredadora por todo el planeta, sometiendo a pueblos, naturaleza, clases, mujeres, indígenas, etc. a todo tipo de miserias y reduciendo los intercambios humanos a intercambios de mercancías.

La oposición mas elaborada al capitalismo fue el socialismo del siglo XX, pero cometió errores que alejaron a los pueblos del mismo. Sabemos que el capitalismo nunca hará autocrítica, pero el socialismo tiene que hacerla. El socialismo del siglo XXI ayudo a muchos pueblos y ese ejemplo sigue siendo valido. Pero mal se asumiría el esfuerzo de emancipación si, preservando la luz, no se hiciese un gran esfuerzo para desterrar las sombras.

Al final del capitulo II de El Manifiesto comunista escribían Marx y Engels: ’’ El lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus contradicciones de clase, será ocupado por una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos’’. La libertad individual como base de la libertad colectiva, muy al contrario de la deriva totalitaria en que desembocó el socialismo en muchos países que enarbolaron su bandera. En otras palabras, en nombre de la libertad futura no puede abolirse la libertad presente. Eso es lo que dicen Marx y Engels, no lo contrario. El socialismo del siglo XXI refuerza el desarrollo de las personas, y al tiempo garantiza los derechos de los pueblos y de los colectivos.

El socialismo del siglo XXI es incompatible con planteamientos represivos y disciplinarios que en el siglo XX, en especial en el ámbito soviético, asumió la izquierda. En conclusión, ni el egoísmo debe impedir el desarrollo colectivo, ni el colectivismo debe ahogar la libertad individual. Por eso necesitamos valores muy fuertes que formen e informen. La mejor identificación de los pueblos debe ser con los proyectos que hay detrás de los valores. Los valores son los mapas con los que las sociedades se orientan. Si las sociedades tienen muy despiertos sus valores, ni el egoísmo individualista ni la perdida de libertad individual se harán fuertes en nuestras sociedades.

Una sociedad politizada es una sociedad que defiende en su vida cotidiana los valores que la informan. Siendo una tarea de todos, se hacen menos importantes las vanguardias, los gendarmes de la doctrina. La democracia de todos es el mejor antídoto contra la dictadura de cualquier tipo. Y democracia es ciudadanía formada, consciente y responsable siempre ante la mirada despierta (pero no inquisidora) de todos los demás miembros de la comunidad que nos reclaman día a día nuestro compromiso como miembros de una colectividad.

2) El socialismo del siglo XXI es profundamente respetuoso con la naturaleza.

El capitalismo separó a los científicos de la naturaleza. La ciencia, que fue el corazón del movimiento ilustrado a partir del siglo XVII, prometió una emancipación que luego fue hurtada cuando se desligo del respeto a la naturaleza. El capitalismo hizo de la ciencia una mercancía mas al servicio del capital(a la larga, la mas importante) y destrozo la naturaleza. El ambiente no era algo con lo que convivir, sino algo a dominar y someter. El capitalismo siempre se ha ajustado por la parte mas oprimida. Naturaleza, niños/as, mujeres, inmigrantes, esclavos han sido sus victimas.

Hoy la naturaleza ha empezado a quejarse. El primer mundo ha agotado las reservas naturales, la biodiversidad y ha puesto sus ojos en los países del tercer mundo que aun mantienen esa reserva de naturaleza.

Los transgénicos son verdaderas armas de destrucción masiva. Multinacionales como Monsanto encarcelan a los campesinos a las semillas que la multinacional vende en cada cosecha (solo sirven para una vez) contaminan a las semillas naturales, necesita pesticidas y fertilizantes enemigos de lo natural y de altísimo coste. La naturaleza ha empezado a quejarse y tenemos que escuchar su grito. El mero productivismo en el que pensó el socialismo en los siglos XIX y XX ya no es valido.

En profunda relación con el cuidado de la naturaleza esta la reforma agraria que desde hace decenios se reclama. Una reforma agraria que garantice la alimentación de los pueblos y que revierta la transformación mercantil de ese derecho humano que es la posibilidad de alimentarse. Las grandes empresas de alimentación esquilman la tierra, agotan los caladeros, desertizan, hacen a los campesinos dependientes y por encima de todo condenan al hambre.

Nunca como hoy fue tan posible alimentar al mundo entero y nunca esa posibilidad se ha visto tan férreamente negada por los intereses de las transnacionales enquistados en la política institucional. La reforma agraria, que termine con la agroindustria de las multinacionales, es uno de los principales retos del socialismo en el siglo XXI, pues es la garantía de que la supervivencia de los individuos y de la especie sea una realidad hoy puesta en peligro por la mercantilización de los alimentos, el uso de transgénicos y pesticidas, así como la utilización del hambre como un arma de guerra por los países ricos o por grupos poderosos. Y en profunda relación con esto, el agua debe ser declarada un bien público universal al margen de su mercantilización, derroche o uso ineficiente.

La prevención de la escasez del agua con que amenaza el siglo XXI formara parte de la mayor inteligencia humana del socialismo que viene.

Por ultimo, frente al principio neoliberal de la liberalización de fronteras, que parte del supuesto de que los países deben especializarse en la exportación, un principio de prudencia ecológica nos invita a consumir productos de la zona en donde uno vive.

Una inteligencia endógena para un socialismo productivo pero no productivista. Resulta profundamente absurdo como está ocurriendo en Europa, que se consuman productos supuestamente ecológicos que se desplazan miles de kilómetros del lugar de producción para ser consumidos en otros países bajo el supuesto del respeto a la naturaleza.

3) John Dunn enseño que no había que preguntar por quien doblan las campanas, pues siempre doblan por uno mismo. Cada muerte violenta siempre es una muesca en la tablilla de la humanidad del mundo. En esa dirección, el socialismo es pacifico porque la violencia va contra el sentido de la vida (tanto en las relaciones internacionales como en el orden interno).

La violencia, un elemento pensado y usado tradicionalmente desde la izquierda en oposición a la violencia concreta o estructural del Estado, debe ser replanteado tanto en su condición ética como en su utilidad o inutilidad histórica. Es mas propio vencer convenciendo, construyendo hegemonía (Gramsci), utilizando herramientas mas humanas que desborden a la violencia de los poderosos (Gandhi). Es más propia del socialismo en el siglo XXI la desobediencia civil que la lucha armada. Un análisis riguroso de los conflictos bélicos durante los últimos siglos demuestra que, salvo excepciones en donde la población legitima esa resistencia de manera amplia, el recurso a las armas genera un espiral que no construye sino odio y más violencia.
De partida, el socialismo del siglo XXI apuesta por la paz y entrega la responsabilidad de la solución de conflictos a los organismos de unas Naciones Unidas reestructuradas. Pero al tiempo, su condición pacifica debe ser eficaz para salvaguardar su modelo de vida. La violencia es un recurso ultimo, pero en ocasiones, también un recurso. La experiencia del siglo XX ha demostrado que la fuerza siempre es la última razón del capitalismo en crisis.

Frente a esta terrible experiencia, conviene sacar conclusiones. La lucha contra la opresión española en el siglo XIX, contra las invasiones norteamericanas durante el siglo XX, la resistencia al nazismo, la guerra contra el franquismo en España…., en definitiva la contención de la violencia de los poderosos es legítima. ‘’Prefiero la violencia a la indiferencia’’ dijo Gandhi. Nos repugna el uso de la fuerza, pero nos repugna aun más que un totalitarismo oprimiendo a diversos pueblos. La democracia debe defenderse y aun mas debe dejar claro como formula preventiva que tiene la posibilidad de defenderse. Por eso es violentamente pacifica. Nadie puede tener la posibilidad de abusar de los pueblos pacíficos. Por eso se arman también las democracias.

Pero todo conflicto, toda guerra, toda agresión, sea ofensiva o defensiva, es un fracaso del socialismo del siglo XXI. Al igual que la buena medicina debe ser preventiva, la mejor violencia es la que nunca se usa. Por eso, es importante todo el esfuerzo que se haga para prevenir conflictos, así como reconstruir la ONU. Para eso, es necesaria la reforma integral de la ONU, el replanteamiento de la carrera armamentista (una de las verdaderas responsables del auge de las guerras), del negocio de la guerra y la existencia de supuestos gendarmes mundiales que actúan como bomberos pirómanos. Como criterio general, la mejor arma es la que no existe, la mejor de las que existen, la que no se usa y la mejor de la que se usan, la que limita al máximo el daño para conseguir el único fin que las legitima la defensa frente a los que quieren asentar una dictadura.

4) El socialismo del siglo XXI tiene que reconstruir la idea de los derechos humanos sobre la base del respeto a todas las culturas

Occidente ha sido siempre una fuerza colonial imposibilitada, desde su razón moderna para comprenderse humildemente como solo una parte de la verdad. La forma de pensar de Occidente (la modernidad) le ha llevado a que, incluso cuando ha propuesto valores de carácter universal, haya impuesto directa o indirectamente sus valores propios(a partir del siglo XVII, contaminados, además de capitalismo voraz y estatismo homogeneizador). Los derechos humanos no son los derechos individuales del liberalismo que terminan en nombre de una buena causa, siendo otro instrumento de opresión de unos países sobre otros o de unas ideologías sobre otras. Los derechos humanos deben reconstruirse como un dialogo entre los diferentes pueblos y culturas, entre las diferentes opciones políticas y las diferentes religiones.

Frente a propuestas de choque de civilizaciones, basadas en la supuesta incompatibilidad de valores y derechos humanos, el socialismo del siglo XXI debe hacer un esfuerzo en la línea del dialogo de civilizaciones, que reconozca la interculturalidad y la mas eficaz construcción de la emancipación desde diferentes perspectivas que comparten, pese a los distintos presupuestos, un compromiso con una globalizaciones alternativa. Frente a la mercantilización del mundo de vida puesto en marcha por la globalización neoliberal existe una rica variedad de respuestas (provenientes de culturas de los pueblos originarios, religiones, diversas orientaciones sexuales, etc.) que deben sumarse para recuperar ese espacio humano hurtado por la mercantilización neoliberal.

Esos nuevos derechos humanos deben tener como orientación compartida la recuperación de un aspecto dejado de lado por la concepción liberal occidental de los derechos humanos: el derecho a la propia alimentación. El derecho a la vida se conculca de manera aberrante cuando tres cuartas partes de la humanidad no pueden alimentarse. De poco sirve el reconocimiento formal de la libertad cuando esa libertad no puede ejercerse porque faltan el alimento y la instrucción necesarios para construir una vida plena. De igual manera, el libre acceso a los medicamentos necesarios debe formar parte de una concepción de los derechos humanos que sea defendida por la ONU, completada con el acceso a la cultura propia.

5) El socialismo del siglo XXI debe conjugar reforma, revolución y rebeldía para construir un mundo más justo.

El viejo paradigma del capitalismo neoliberal esta en crisis, pero el nuevo paradigma del socialismo aun no ha llegado. Habrá zonas en donde nos situemos con fuerza en la lógica del nuevo paradigma pero también habrá situaciones en donde nos ubicaremos en la zona de transición. Solo en la derrota deberá aceptar el socialismo del siglo XXI situarse amablemente en el viejo paradigma. Las formas de la llamada “ tercera vía’’ han formado parte de esa deserción que tuvo como única consecuencia que la izquierda hiciera, desde su legitimidad, el trabajo de ajuste al sistema que nunca hubiera podido hacer la derecha debido a la enorme oposición social que hubiera generado.

Frente a las enormes distancias entre los diferentes grupos de la izquierda, mas atentos a lo que se les separa y por tanto, en constante debilidad frente a los sectores privilegiados, el socialismo del siglo XXI debe esforzarse por encontrar aquello que une a los que luchan por la emancipación. Cada grupo debe traducir a los demás grupos en que consiste su emancipación concreta, debe hacer comprensible a los demás el porque su estrategia ayuda a mejorar el mundo.

En vez de la crítica y el enfrentamiento entre supuestos interpretes canónicos de la verdad, hacen falta personas mas humildes dispuestas no a hacerse fuerte en sus diferencias sino cooperativos en lo que se comparte. De esta manera, hay grandes posibilidades de que se den saltos y esos grupos que hacen esa tarea de traducción construyan síntesis que superen tanto el problema como las diferencias que tienen entre ellos. La existencia del Foro Social Mundial, a diferencia de la proliferación de Internacionales Socialistas con sus diferentes credos e identidades, es un ejemplo de reconstrucción del socialismo del siglo XXI.

Pero ni se puede cambiar todo ni es necesario reinventarlo todo. Las sociedades llevan peleando, con mayor o menor fortuna, siglos y siempre existen aspectos que forman parte de sus victorias. Renunciar a ellos es entregar fortalezas que nunca fueron rendidas. Por eso hacen falta dosis de reformismo, de gestión cotidiana de lo ya logrado. El ser humano no puede reinventarse todo todos los días. Un voluntarismo excesivo conduce a la melancolía. Hay cambios que solo serán posibles en dos o tres generaciones.

Pero gestionar en una suerte de equilibrio total conduce a la cristalización (como enseña la segunda ley de la termodinámica, todos los cuerpos vivos pierden constantemente energía, pero obtienen a cambio información: el cuerpo que no recibe información (de que hace frío, calor, sensación de hambre, sed, peligro) termina muriendo pues no recibe estímulos para renovar la energía que siempre pierde.

La clave de los cuerpos vivos es mantenerse siempre en un equilibrio inestable, en constante interacción con su entorno. Los fuertes valores sociales deben encargarse de que esa gestión de los logros no se revierta, pero hay espacios que no pueden estar en constante lucha. Son logros sociales que deben compartirse y cuidarse, pues pretender cambiarlos constantemente conduce a un gasto de energía muy alto.

Pero el reformismo sin revolución no vale. Revolución es el programa de máximos, el cambio profundo y urgente de aquello que frena la emancipación, el faro que orienta el trabajo diario aun sabiendo que ese cambio no va a llegar de inmediato. Revolución es la utopía máxima, pero necesita anclarse en lo real para que pueda hacerse concreta. Ambos revolución y reforma, separados durante todo el siglo XX, ahora deben unirse aprovechando la experiencia de los errores de su divorcio durante el siglo que acaba de marcharse.

Pero ambas deben igualmente entender que hay una tercer alma de la izquierda que también deben incorporar: rebeldía, el alma libertaria que siempre genera preguntas incomodas y cuestiona cualquier conformismo. Frente a reforma y revolución, rebeldía es el impulso espontáneo, sin jerarquías, atento a las identidades, irreverente, propio de movimientos sociales que nacen y desaparecen con la misma rapidez una vez cumplida su función. Rebeldía es la pelea dada por Bakunin frente a Marx, por Rosa Luxemburgo frente a Lenin, por Trotsky o Gramsci frente a Stalin, por Roque Dalton frente al FMLN.

Es la aportación rescatada por el zapatismo, el mandar obedeciendo, la desconfianza respecto de las estructuras, la apuesta por la asamblea, la participación de todos, el absoluto poder popular, el control social que frene la corrupción. Rebeldía no es quitar una silla para sentarse otro sino poner más sillas en la mesa.

Pero rebeldía también tiene que aprender de reforma y de revolución, de la necesidad de estructuras, de partidos y sindicatos, de la necesidad de la gestión de sociedades complejas, de un orden internacional que no puedo ahormarse en zapatilla de cristal alguna, de las dificultades de lograr una total politización de toda la ciudadanía todo el tiempo, de la necesidad de técnicos que orienten la realidad, de conjugar intereses globales, de la necesidad de articular el bosque una vez que ya existe quien cuide de cada árbol, de la obligación de contar simultáneamente con formas de democracia representativa y con elecciones, de rescatar aquellos elementos de la democracia liberal que no pueden dejarse como patrimonio de los poderosos porque fueron también los pueblos los que los lograron( los derechos civiles, políticos y sociales, la división de poderes, las libertades individuales y la justicia social).

En definitiva, lejos de vanguardias y dogmatismos, el socialismo del siglo XXI tendrá que defender las reformas, tendrá que orientarse por la revolución, tendrá que entenderse rebelde. Por eso insistimos, se armara y desarmara, como un puzzle cambiante, de manera permanente. Solo crecerá mas allá de los errores y los fracasos del siglo XX, solo así podrá cierta la promesa de emancipación que sembró el pensamiento ilustrado y que aun no ha sido cumplida.

miércoles, 1 de agosto de 2007

sobre la ALTERIDAD


Este término se aplica al descubrimiento que el “yo” hace del “otro”, lo que hace surgir una amplia gama de imágenes del “otro, del “nosotros”, así como visiones del “yo”. Tales imágenes, más allá de múltiples diferencias, coinciden todas en ser representaciones —más o menos inventadas— de gentes antes insospechadas, radicalmente diferentes, que viven en mundos distintos dentro del mismo planeta.

El hombre percibe su finitud, entre otras cosas, porque depende del encuentro con lo otro, con lo que no es él. El yo en cuanto yo se topa con su vaciedad o falta de contenido. Sin contacto con los objetos, con lo que se enfrenta y opone, no pasaría de ser una autorrealización vacía que sería ciertamente capaz de pensarse, pero a la que tendríamos que designar como un pensamiento vacío. En esta perspectiva la máxima oposición se da en el encuentro con el “otro”, que es la forma suprema y más apropiada de participación del hombre en lo otro, la relación “intersubjetiva” o “interpersonal”. El enorme influjo de la relación intersubjetiva en la formación del yo podría mostrarse en el fenómeno del lenguaje, la tradición, el trabajo, etcétera. Lo que nosotros hacemos a los otros y éstos nos hacen a nosotros, eso es lo que somos.

Uno de los problemas fundamentales que surgen ante la presencia de la alteridad es que según el “yo” se imagina o concibiera a esas gentes, antes radicalmente desconocidas, así habría luego que comportarse con ellas; hasta el grado que al “otro” se le puede negar su propia realidad subjetiva, cultural, idiomática, etcétera. Surge así el problema del otro o de la alteridad. En el caso concreto de América Latina, al encontrarse por vez primera hombres que radicalmente se desconocían entre sí, tuvieron que forjarse, unos y otros, imágenes mutuas. Era necesario comprender o inventar, en medio del asombro y la duda, quiénes eran esos que así, de pronto, se les tornaban presentes. Surge así una amplia gama de imágenes mutuas que se forjaron europeos y amerindios y, más tarde, africanos y asiáticos. El dominico Diego Durán expresó en forma elocuente y concisa este hecho: “hallándose los unos con los otros, no se entendían ni sabían qué se responder”. El problema del otro o de la alteridad ha sido tratado de forma preferente y esmerada por la filosofía latinoamericana, que ha tomado sus elementos de la filosofía moderna y contemporánea. Entre los filósofos que han influenciado en pensamiento latinoamericano hay que nombrar a Ortega, Zubiri, Aranguren y Pedro Laín Entralgo, quienes pusieron de relieve la importancia de la alteridad en la significación de la persona y de la sociedad. El intento de redefinición del hombre en el pensamiento latinoamericano como sujeto metafísico y ético fundamentado en el concepto de alteridad, supone todo un enfrentamiento con el humanismo clásico occidental en el que el hombre es concebido como conciencia de sí y libertad. La alteridad ética del otro da paso a una comunidad ética que ésta constituida no por una suma de egos autónomos e intercambiables, sino por un “nosotros”. Las aportaciones surgidas de este campo se pueden formular de la siguiente forma: lo recíproco es un elemento constitutivo del ser de la persona; es un elemento originario en la constitución del sujeto moral y, por tanto, de la conciencia moral y, finalmente, es un elemento que está indisolublemente vinculado a su madurez y a su desarrollo integral. Importancia fundamental han tenido en el tratamiento del problema del “otro” términos como “diálogo”, “comprensión”, “encuentro” y otros similares, que resumen de alguna manera la filosofía y la praxis de la alteridad. El pensamiento latinoamericano al proponer la alteridad como mediación ético-antropológica para la ética no cae en una redundancia del personalismo moral, ni tampoco en los peligros de una ideología alienadora del sujeto real concreto; se considera que la alteridad puede ser un correctivo y la complementariedad tanto del solo personalismo como de la sola politicidad.

Levinas, Emmanuel. Totalidad e Infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Sígueme, Salamanca, 1987.
Scannone, Juan Carlos. “Racionalidad ética, comunidad de comunicación y alteridad”, en Strommata, núm. 53, (1987).
León Portilla, Miguel et al. De Palabra y Obra en el Nuevo Mundo, Siglo XXI (eds.), 4 vols., Madrid, España, 1992-1995.
Todorov, Tzvetan. La conquista de América: el problema del otro, Siglo XXI, México, 1995 (6a ed.).
(fuente:http://www.ccydel.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca20virtual/diccionario/alteridad.htm).