miércoles, 3 de junio de 2009

La Violencia de los Resultados

La Violencia de los Resultados. Grupo Doce.
(Extraído de: Del fragmento a la situación. Notas sobre la subjetividad contemporánea. Grupo Doce Edición Grupo Doce. Bs.As., 2001).

En una entrevista a un joven gerente, en el suplemento Económico de Clarín del 29 de octubre de 2000, se lee: "Trabajamos en una compañía muy orientada a los resultados, y hoy la violencia de los resultados es enorme''. Al parecer, no se trata de una denuncia. Tampoco de una queja o de la puesta en circulación de una posición ideológica. Más bien, parece tratarse de una definición en regla, pero de una definición con capacidad de exceder el campo que, en principio, describe. Esto es, la compañía. Tengan el estatuto que tuvieren esas palabras, los dicho del entrevistado describen una alteración radical en los parámetros de racionalidad instituidos por los Estados Nacionales. Esto es, en los modos de leer y calificar un recorrido personal, profesional o político. Ahora bien, la confesión del joven gerente también revela una transformación no menos radical: hoy los resultados operan como principio general de consistencia.

Por lo señalado, los parámetros de racionalidad actuales son otros que los nacionales. La violencia de los resultados o simplemente los resultados, marcan los movimientos de los agentes que danzan al ritmo de los requerimientos del mercado. Desde la subjetividad forjada por los Estados nacionales, podrá decirse que esta variación no es más que la decadencia moral de unos parámetros de racionalidad más nobles. Pero para una subjetividad no estatal se trata de la alteración de los principios de lectura y evaluación que orientaron la subjetividad en tiempos nacionales.

La mutación general que permite situar la dominancia de los resultados como parámetro de racionalidad se advierte en el agotamiento del Estado Nación como paninstitución "donadora de sentido". Ahora bien, este agotamiento también implica la destitución de sus principios de racionalidad como principios generales de orientación. Por otro lado, esa destitución no es efecto de la desestimación moral, por parte de los agentes de la lógica desvanecida, de tales principios -o por lo menos, no se trata solamente de eso. Más bien, el abandono de aquellos principios no es más que la consecuencia de su incapacidad para evaluar un recorrido en condiciones post-nacionales.

Antes de precisar las condiciones en las que los resultados prosperan como parámetro de consistencia, detengámonos en el horizonte de racionalidad propio de los Estados Nacionales.
En la lógica nacional, los resultados no administran la mente de una carrera (personal, profesional, política). Por el contrario, el destino de una carrera descansa en la acumulación progresiva de logros, logros posibles (por ser lineal y anticipable el devenir), y adquiribles mediante esfuerzo. Esfuerzos y logros constituyen, entonces, los parámetros de racionalidad de un recorrido en tiempos de Estado Nación. Esto es posible, entre otras tantas condiciones, por la vigencia de una institución lineal y progresiva del tiempo. Sólo sobre esa temporalidad los logros pueden llegar a ser acumulativos y el porvenir anticipable. Pero ese tiempo lineal y progresivo también es una institución de los Estados Nacionales. De esta manera, sin Estado Nación como metainstitución, tampoco hay tiempo lineal y progresivo.

Sin institución nacional del tiempo, la posibilidad de acumular esfuerzos y logros en un derrotero resulta, en principio, imposible. Esta imposibilidad se desarrolla cuando las reglas de juego, sean las que fueren se desvanecen como principio general de consistencia. Es decir, cuando las instituciones donde operan los agentes varían de situación en situación. Sin reglas de juego ni condiciones estables, no hay modo de saber a priori cuales de las estrategias serán productivas y cuales no. Si esta es la dinámica, los instrumentos de orientación y lectura que suponen linealidad y progreso devienen obsoletos. Sólo en estas coordenadas operan los resultados como principio general de racionalidad. El disco más vendido, la película más vista, el video más alquilado o el futbolista del siglo son las figuras de esta nueva racionalidad. Figuras capaces de leer una producción sólo desde sus resultados objetivos.

Si los parámetros de racionalidad instalados por el mercado son los resultados, si la vigencia de estos parámetros es posible en una dinámica ciega a lo sucedido en un recorrido, la pregunta de la subjetivación es: como habitar una experiencia sin sepultarla en sus resultados.
Dicen que habitar un recorrido también consiste en la producción de sus parámetros de lectura y evaluación. Dicen que una experiencia tiene valor de experiencia cuando inventa en autonomía los modos de hacer su balance. Sea del tipo que fuere, cualquier experiencia subjetiva necesita de esta elaboración. De no ser así, los resultados dominan. Y una experiencia pensada exclusivamente desde los resultados se desrealiza como recorrido subjetivo porque queda sometida a los parámetros de racionalidad instalados por el mercado. Habitar un recorrido exige, entonces, trazar otros criterios de racionalidad. Pero otros no significa otros cualesquiera, significa otros en tanto que específicos de ese recorrido. La producción de esa especificidad necesita, por un lado, de la interrupción de la temporalidad caótica del mercado y sus parámetros específicas; por otro, de la invención de una temporalidad en inmanencia con el recorrido, esto es, atenta a las producciones, los retrocesos, los obstáculos y las fidelidades que libera ese trayecto subjetivo.

Hoy nos toca navegar en las aguas del mercado. Algunos se podrán lamentar por eso. Pero lo decisivo no parecen ser las aguas sino el modo en que decidimos navegarlas. Es decir, estamos atentos a resultados, o en fidelidad con los recorridos subjetivos emprendidos

* Publicado en "De Sobre Excesos y Exabruptos"
Publicación Periódica orientada al tratamiento de la periódica violencia.
Nº 12 - Año 2 - julio de 2003