El Amor es la cualidad más importante, porque cuando es bastante fuerte en un hombre, lo estimula a revestirse de todas las demás, que sin ella nunca serían suficientes. Suele definirse el amor como un intenso deseo de unión con Dios y de liberación de la rueda de nacimientos y muertes. Pero este concepto del amor suena a egoísta e implica sólo una parte de su significado. El amor es más que deseo; es voluntad, resolución, determinación. Para producir este resultado, la resolución debe llenar vuestra naturaleza entera, hasta el punto de no dejar lugar para ningún otro sentimiento. Es, sin duda, la voluntad de ser uno con Dios, no para escapar del sufrimiento y de la fatiga, sino a fin de que, en razón de vuestro amor profundo hacia Él, podáis obrar con Él y como Él obra... Pues siendo Dios Amor, si queréis llegar a ser uno con Él, debéis también estar poseídos de amor y perfecto altruismo.
En la vida diaria, esto significa dos cosas: primera, que procuréis cuidadosamente no causar daño a ningún ser viviente; segunda, que siempre estéis alerta por si se presenta la oportunidad de ayudar.
Primero, no dañar. Hay tres pecados que causan en el mundo mayores males que todos los demás: maledicencia, crueldad y superstición, porque son pecados contra el amor. Si el hombre quiere henchir su corazón de amor divino, ha de vigilarlos y combatirlos constantemente.
Veamos los efectos de la maledicencia: Principia con el mal pensamiento, y esto en sí mismo es ya un crimen. Porque en todas las personas y en todas las cosas existe el bien y el mal. A cualquiera de éstos podemos prestarle fuerza, pensando en él, y por este medio ayudar o estorbar la evolución; podemos hacer la voluntad del Logos o trabajar en contra de ella.
Si pensáis mal de otro, cometéis tres iniquidades a un tiempo:
1a Llenáis el ambiente que os rodea de malos pensamientos en vez de buenos, y así aumentáis las tristezas del mundo.
2a Si en el ser en quien pensáis existe el mal que le atribuís, lo vigorizáis y alimentáis; y así, hacéis peor a vuestro hermano en vez de hacerlo mejor. Pero, si generalmente el mal no existe en él y tan sólo lo habéis imaginado, entonces vuestro maligno pensamiento tienta a vuestro hermano y lo induce a obrar mal, porque, si no es todavía perfecto, podéis convertirlo en aquello que de él habéis pensado.
3a Nutrís vuestra propia mente de malos en vez de buenos pensamientos, y así impedís vuestro propio desarrollo y os hacéis, a los ojos de quienes pueden ver, un objeto feo y repulsivo, en vez de bello y amable.
No contento con hacerse todo este daño y hacerlo a su víctima, el maldiciente procura con todas sus fuerzas que los demás participen de su crimen. Les expone con vehemencia su chisme, con la esperanza de que lo crean, y entonces los convencidos cooperan con él, enviando malos pensamientos al pobre paciente. Y esto continúa día tras día, y no lo hace sólo una persona, sino miles. ¿Veis ahora cuán bajo, cuán terrible es este pecado? Procurad evitarlo en absoluto. No habléis jamás mal de nadie; negaos a escuchar a quien os hable mal de otro, y decidle, afectuosamente: "Tal vez eso no sea verdad, y, aunque lo fuese, es mejor no hablar de ello".
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