lunes, 6 de agosto de 2007

Socialismo del Siglo XXI

(De Juan Carlos Monedero)

1) El socialismo del siglo XXI ha aprendido de los errores del siglo pasado y ya no intercambia justicia por libertad

Desde hace cinco siglos el capitalismo ha impuesto su lógica depredadora por todo el planeta, sometiendo a pueblos, naturaleza, clases, mujeres, indígenas, etc. a todo tipo de miserias y reduciendo los intercambios humanos a intercambios de mercancías.

La oposición mas elaborada al capitalismo fue el socialismo del siglo XX, pero cometió errores que alejaron a los pueblos del mismo. Sabemos que el capitalismo nunca hará autocrítica, pero el socialismo tiene que hacerla. El socialismo del siglo XXI ayudo a muchos pueblos y ese ejemplo sigue siendo valido. Pero mal se asumiría el esfuerzo de emancipación si, preservando la luz, no se hiciese un gran esfuerzo para desterrar las sombras.

Al final del capitulo II de El Manifiesto comunista escribían Marx y Engels: ’’ El lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus contradicciones de clase, será ocupado por una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos’’. La libertad individual como base de la libertad colectiva, muy al contrario de la deriva totalitaria en que desembocó el socialismo en muchos países que enarbolaron su bandera. En otras palabras, en nombre de la libertad futura no puede abolirse la libertad presente. Eso es lo que dicen Marx y Engels, no lo contrario. El socialismo del siglo XXI refuerza el desarrollo de las personas, y al tiempo garantiza los derechos de los pueblos y de los colectivos.

El socialismo del siglo XXI es incompatible con planteamientos represivos y disciplinarios que en el siglo XX, en especial en el ámbito soviético, asumió la izquierda. En conclusión, ni el egoísmo debe impedir el desarrollo colectivo, ni el colectivismo debe ahogar la libertad individual. Por eso necesitamos valores muy fuertes que formen e informen. La mejor identificación de los pueblos debe ser con los proyectos que hay detrás de los valores. Los valores son los mapas con los que las sociedades se orientan. Si las sociedades tienen muy despiertos sus valores, ni el egoísmo individualista ni la perdida de libertad individual se harán fuertes en nuestras sociedades.

Una sociedad politizada es una sociedad que defiende en su vida cotidiana los valores que la informan. Siendo una tarea de todos, se hacen menos importantes las vanguardias, los gendarmes de la doctrina. La democracia de todos es el mejor antídoto contra la dictadura de cualquier tipo. Y democracia es ciudadanía formada, consciente y responsable siempre ante la mirada despierta (pero no inquisidora) de todos los demás miembros de la comunidad que nos reclaman día a día nuestro compromiso como miembros de una colectividad.

2) El socialismo del siglo XXI es profundamente respetuoso con la naturaleza.

El capitalismo separó a los científicos de la naturaleza. La ciencia, que fue el corazón del movimiento ilustrado a partir del siglo XVII, prometió una emancipación que luego fue hurtada cuando se desligo del respeto a la naturaleza. El capitalismo hizo de la ciencia una mercancía mas al servicio del capital(a la larga, la mas importante) y destrozo la naturaleza. El ambiente no era algo con lo que convivir, sino algo a dominar y someter. El capitalismo siempre se ha ajustado por la parte mas oprimida. Naturaleza, niños/as, mujeres, inmigrantes, esclavos han sido sus victimas.

Hoy la naturaleza ha empezado a quejarse. El primer mundo ha agotado las reservas naturales, la biodiversidad y ha puesto sus ojos en los países del tercer mundo que aun mantienen esa reserva de naturaleza.

Los transgénicos son verdaderas armas de destrucción masiva. Multinacionales como Monsanto encarcelan a los campesinos a las semillas que la multinacional vende en cada cosecha (solo sirven para una vez) contaminan a las semillas naturales, necesita pesticidas y fertilizantes enemigos de lo natural y de altísimo coste. La naturaleza ha empezado a quejarse y tenemos que escuchar su grito. El mero productivismo en el que pensó el socialismo en los siglos XIX y XX ya no es valido.

En profunda relación con el cuidado de la naturaleza esta la reforma agraria que desde hace decenios se reclama. Una reforma agraria que garantice la alimentación de los pueblos y que revierta la transformación mercantil de ese derecho humano que es la posibilidad de alimentarse. Las grandes empresas de alimentación esquilman la tierra, agotan los caladeros, desertizan, hacen a los campesinos dependientes y por encima de todo condenan al hambre.

Nunca como hoy fue tan posible alimentar al mundo entero y nunca esa posibilidad se ha visto tan férreamente negada por los intereses de las transnacionales enquistados en la política institucional. La reforma agraria, que termine con la agroindustria de las multinacionales, es uno de los principales retos del socialismo en el siglo XXI, pues es la garantía de que la supervivencia de los individuos y de la especie sea una realidad hoy puesta en peligro por la mercantilización de los alimentos, el uso de transgénicos y pesticidas, así como la utilización del hambre como un arma de guerra por los países ricos o por grupos poderosos. Y en profunda relación con esto, el agua debe ser declarada un bien público universal al margen de su mercantilización, derroche o uso ineficiente.

La prevención de la escasez del agua con que amenaza el siglo XXI formara parte de la mayor inteligencia humana del socialismo que viene.

Por ultimo, frente al principio neoliberal de la liberalización de fronteras, que parte del supuesto de que los países deben especializarse en la exportación, un principio de prudencia ecológica nos invita a consumir productos de la zona en donde uno vive.

Una inteligencia endógena para un socialismo productivo pero no productivista. Resulta profundamente absurdo como está ocurriendo en Europa, que se consuman productos supuestamente ecológicos que se desplazan miles de kilómetros del lugar de producción para ser consumidos en otros países bajo el supuesto del respeto a la naturaleza.

3) John Dunn enseño que no había que preguntar por quien doblan las campanas, pues siempre doblan por uno mismo. Cada muerte violenta siempre es una muesca en la tablilla de la humanidad del mundo. En esa dirección, el socialismo es pacifico porque la violencia va contra el sentido de la vida (tanto en las relaciones internacionales como en el orden interno).

La violencia, un elemento pensado y usado tradicionalmente desde la izquierda en oposición a la violencia concreta o estructural del Estado, debe ser replanteado tanto en su condición ética como en su utilidad o inutilidad histórica. Es mas propio vencer convenciendo, construyendo hegemonía (Gramsci), utilizando herramientas mas humanas que desborden a la violencia de los poderosos (Gandhi). Es más propia del socialismo en el siglo XXI la desobediencia civil que la lucha armada. Un análisis riguroso de los conflictos bélicos durante los últimos siglos demuestra que, salvo excepciones en donde la población legitima esa resistencia de manera amplia, el recurso a las armas genera un espiral que no construye sino odio y más violencia.
De partida, el socialismo del siglo XXI apuesta por la paz y entrega la responsabilidad de la solución de conflictos a los organismos de unas Naciones Unidas reestructuradas. Pero al tiempo, su condición pacifica debe ser eficaz para salvaguardar su modelo de vida. La violencia es un recurso ultimo, pero en ocasiones, también un recurso. La experiencia del siglo XX ha demostrado que la fuerza siempre es la última razón del capitalismo en crisis.

Frente a esta terrible experiencia, conviene sacar conclusiones. La lucha contra la opresión española en el siglo XIX, contra las invasiones norteamericanas durante el siglo XX, la resistencia al nazismo, la guerra contra el franquismo en España…., en definitiva la contención de la violencia de los poderosos es legítima. ‘’Prefiero la violencia a la indiferencia’’ dijo Gandhi. Nos repugna el uso de la fuerza, pero nos repugna aun más que un totalitarismo oprimiendo a diversos pueblos. La democracia debe defenderse y aun mas debe dejar claro como formula preventiva que tiene la posibilidad de defenderse. Por eso es violentamente pacifica. Nadie puede tener la posibilidad de abusar de los pueblos pacíficos. Por eso se arman también las democracias.

Pero todo conflicto, toda guerra, toda agresión, sea ofensiva o defensiva, es un fracaso del socialismo del siglo XXI. Al igual que la buena medicina debe ser preventiva, la mejor violencia es la que nunca se usa. Por eso, es importante todo el esfuerzo que se haga para prevenir conflictos, así como reconstruir la ONU. Para eso, es necesaria la reforma integral de la ONU, el replanteamiento de la carrera armamentista (una de las verdaderas responsables del auge de las guerras), del negocio de la guerra y la existencia de supuestos gendarmes mundiales que actúan como bomberos pirómanos. Como criterio general, la mejor arma es la que no existe, la mejor de las que existen, la que no se usa y la mejor de la que se usan, la que limita al máximo el daño para conseguir el único fin que las legitima la defensa frente a los que quieren asentar una dictadura.

4) El socialismo del siglo XXI tiene que reconstruir la idea de los derechos humanos sobre la base del respeto a todas las culturas

Occidente ha sido siempre una fuerza colonial imposibilitada, desde su razón moderna para comprenderse humildemente como solo una parte de la verdad. La forma de pensar de Occidente (la modernidad) le ha llevado a que, incluso cuando ha propuesto valores de carácter universal, haya impuesto directa o indirectamente sus valores propios(a partir del siglo XVII, contaminados, además de capitalismo voraz y estatismo homogeneizador). Los derechos humanos no son los derechos individuales del liberalismo que terminan en nombre de una buena causa, siendo otro instrumento de opresión de unos países sobre otros o de unas ideologías sobre otras. Los derechos humanos deben reconstruirse como un dialogo entre los diferentes pueblos y culturas, entre las diferentes opciones políticas y las diferentes religiones.

Frente a propuestas de choque de civilizaciones, basadas en la supuesta incompatibilidad de valores y derechos humanos, el socialismo del siglo XXI debe hacer un esfuerzo en la línea del dialogo de civilizaciones, que reconozca la interculturalidad y la mas eficaz construcción de la emancipación desde diferentes perspectivas que comparten, pese a los distintos presupuestos, un compromiso con una globalizaciones alternativa. Frente a la mercantilización del mundo de vida puesto en marcha por la globalización neoliberal existe una rica variedad de respuestas (provenientes de culturas de los pueblos originarios, religiones, diversas orientaciones sexuales, etc.) que deben sumarse para recuperar ese espacio humano hurtado por la mercantilización neoliberal.

Esos nuevos derechos humanos deben tener como orientación compartida la recuperación de un aspecto dejado de lado por la concepción liberal occidental de los derechos humanos: el derecho a la propia alimentación. El derecho a la vida se conculca de manera aberrante cuando tres cuartas partes de la humanidad no pueden alimentarse. De poco sirve el reconocimiento formal de la libertad cuando esa libertad no puede ejercerse porque faltan el alimento y la instrucción necesarios para construir una vida plena. De igual manera, el libre acceso a los medicamentos necesarios debe formar parte de una concepción de los derechos humanos que sea defendida por la ONU, completada con el acceso a la cultura propia.

5) El socialismo del siglo XXI debe conjugar reforma, revolución y rebeldía para construir un mundo más justo.

El viejo paradigma del capitalismo neoliberal esta en crisis, pero el nuevo paradigma del socialismo aun no ha llegado. Habrá zonas en donde nos situemos con fuerza en la lógica del nuevo paradigma pero también habrá situaciones en donde nos ubicaremos en la zona de transición. Solo en la derrota deberá aceptar el socialismo del siglo XXI situarse amablemente en el viejo paradigma. Las formas de la llamada “ tercera vía’’ han formado parte de esa deserción que tuvo como única consecuencia que la izquierda hiciera, desde su legitimidad, el trabajo de ajuste al sistema que nunca hubiera podido hacer la derecha debido a la enorme oposición social que hubiera generado.

Frente a las enormes distancias entre los diferentes grupos de la izquierda, mas atentos a lo que se les separa y por tanto, en constante debilidad frente a los sectores privilegiados, el socialismo del siglo XXI debe esforzarse por encontrar aquello que une a los que luchan por la emancipación. Cada grupo debe traducir a los demás grupos en que consiste su emancipación concreta, debe hacer comprensible a los demás el porque su estrategia ayuda a mejorar el mundo.

En vez de la crítica y el enfrentamiento entre supuestos interpretes canónicos de la verdad, hacen falta personas mas humildes dispuestas no a hacerse fuerte en sus diferencias sino cooperativos en lo que se comparte. De esta manera, hay grandes posibilidades de que se den saltos y esos grupos que hacen esa tarea de traducción construyan síntesis que superen tanto el problema como las diferencias que tienen entre ellos. La existencia del Foro Social Mundial, a diferencia de la proliferación de Internacionales Socialistas con sus diferentes credos e identidades, es un ejemplo de reconstrucción del socialismo del siglo XXI.

Pero ni se puede cambiar todo ni es necesario reinventarlo todo. Las sociedades llevan peleando, con mayor o menor fortuna, siglos y siempre existen aspectos que forman parte de sus victorias. Renunciar a ellos es entregar fortalezas que nunca fueron rendidas. Por eso hacen falta dosis de reformismo, de gestión cotidiana de lo ya logrado. El ser humano no puede reinventarse todo todos los días. Un voluntarismo excesivo conduce a la melancolía. Hay cambios que solo serán posibles en dos o tres generaciones.

Pero gestionar en una suerte de equilibrio total conduce a la cristalización (como enseña la segunda ley de la termodinámica, todos los cuerpos vivos pierden constantemente energía, pero obtienen a cambio información: el cuerpo que no recibe información (de que hace frío, calor, sensación de hambre, sed, peligro) termina muriendo pues no recibe estímulos para renovar la energía que siempre pierde.

La clave de los cuerpos vivos es mantenerse siempre en un equilibrio inestable, en constante interacción con su entorno. Los fuertes valores sociales deben encargarse de que esa gestión de los logros no se revierta, pero hay espacios que no pueden estar en constante lucha. Son logros sociales que deben compartirse y cuidarse, pues pretender cambiarlos constantemente conduce a un gasto de energía muy alto.

Pero el reformismo sin revolución no vale. Revolución es el programa de máximos, el cambio profundo y urgente de aquello que frena la emancipación, el faro que orienta el trabajo diario aun sabiendo que ese cambio no va a llegar de inmediato. Revolución es la utopía máxima, pero necesita anclarse en lo real para que pueda hacerse concreta. Ambos revolución y reforma, separados durante todo el siglo XX, ahora deben unirse aprovechando la experiencia de los errores de su divorcio durante el siglo que acaba de marcharse.

Pero ambas deben igualmente entender que hay una tercer alma de la izquierda que también deben incorporar: rebeldía, el alma libertaria que siempre genera preguntas incomodas y cuestiona cualquier conformismo. Frente a reforma y revolución, rebeldía es el impulso espontáneo, sin jerarquías, atento a las identidades, irreverente, propio de movimientos sociales que nacen y desaparecen con la misma rapidez una vez cumplida su función. Rebeldía es la pelea dada por Bakunin frente a Marx, por Rosa Luxemburgo frente a Lenin, por Trotsky o Gramsci frente a Stalin, por Roque Dalton frente al FMLN.

Es la aportación rescatada por el zapatismo, el mandar obedeciendo, la desconfianza respecto de las estructuras, la apuesta por la asamblea, la participación de todos, el absoluto poder popular, el control social que frene la corrupción. Rebeldía no es quitar una silla para sentarse otro sino poner más sillas en la mesa.

Pero rebeldía también tiene que aprender de reforma y de revolución, de la necesidad de estructuras, de partidos y sindicatos, de la necesidad de la gestión de sociedades complejas, de un orden internacional que no puedo ahormarse en zapatilla de cristal alguna, de las dificultades de lograr una total politización de toda la ciudadanía todo el tiempo, de la necesidad de técnicos que orienten la realidad, de conjugar intereses globales, de la necesidad de articular el bosque una vez que ya existe quien cuide de cada árbol, de la obligación de contar simultáneamente con formas de democracia representativa y con elecciones, de rescatar aquellos elementos de la democracia liberal que no pueden dejarse como patrimonio de los poderosos porque fueron también los pueblos los que los lograron( los derechos civiles, políticos y sociales, la división de poderes, las libertades individuales y la justicia social).

En definitiva, lejos de vanguardias y dogmatismos, el socialismo del siglo XXI tendrá que defender las reformas, tendrá que orientarse por la revolución, tendrá que entenderse rebelde. Por eso insistimos, se armara y desarmara, como un puzzle cambiante, de manera permanente. Solo crecerá mas allá de los errores y los fracasos del siglo XX, solo así podrá cierta la promesa de emancipación que sembró el pensamiento ilustrado y que aun no ha sido cumplida.

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