Arturo Illía Discurso de asunción de la
presidencia.
Mensaje del 12 de octubre de
1963:
Iniciamos hoy una nueva etapa
en la larga lucha por afianzar definitivamente en la Argentina los principios
de la democracia y de la libertad.
La Constitución Argentina es,
sin duda alguna, una de las más libérrimas, humanistas y generosas de la
tierra. «Es cosa de no poner en duda -ha podido decirse- que aquellos que
dieron una Constitución a la Argentina
fueron guiados por un sentimiento que tiene algo de milagroso.» Pero la
democracia que la Constitución ha
escogido como forma de vida nacional, y que resulta maravillosamente enunciada
en su Preámbulo y declaración de
derechos, libertades y garantías, estamos muy lejos de haberla realizado a
satisfacción.
Sólo admitiendo esta realidad
adquiriremos la aptitud espiritual indispensable para emprender la ardua empresa de apreciar exactamente la realidad
política, económica y social que estamos viviendo, las causas que han dado origen a las
desvirtuaciones institucionales y desencuentros de un pasado próximo y forjar
la democracia orgánica y progresista que debemos ser, la que nuestros
antepasados presintieron y las jóvenes
generaciones argentinas reclaman como prenda de paz y de progreso.
La democracia argentina necesita
perfeccionamiento; pero, que quede bien establecido, perfeccionamiento no es
sustitución totalitaria.
Lo que nuestra democracia
necesita es ser auténtica expresión de su verdadera esencia. Es que «la esencia
de la democracia no queda debidamente expresada por estructuras meramente jurídicas o por líricas afirmaciones de
dignidad humana o de igualdad de los hombres ante la ley. Todo eso, si sólo eso fuera, Únicamente resultaría
un espejismo pernicioso para calmar las ansias que el pueblo vive, en medio de un desierto de duras
realidades económicas». Ese propósito de
perfeccionamiento de nuestra democracia, como forma de vida, no podrá
lograrse a no ser que estemos resueltos a aceptar modificaciones sustanciales
en las actuales estructuras económico-sociales de nuestro país (Aplausos), que
devuelvan al pueblo argentino la fe en sus instituciones y gobernantes, y lo
alienten para hacer todos los esfuerzos y soportar todos los sacrificios
necesarios para afianzar el orden jurídico y materializar el progreso en todos
los órdenes de la vida nacional. Es urgente proceder a modificar y
reestructurar un estado de cosas que, por injustas, son inhumanas, e instaurar
un orden social fundado en la justicia. (Aplausos)
«El mundo sufre un mal
profundo -advierte la profesión de fe doctrinaria de la Unión Cívica
Radical-, proveniente de no adecuar las
posibilidades materiales modernas a los fines de la emancipación del hombre. El radicalismo cree que sólo una
cruzada de honda pulsación humana, por la liberación del hombre contra todas las formas degradantes
del imperialismo y del absolutismo, en todos sus aspectos (Aplausos), podrá salvar al mundo de su grave
crisis.»
El concepto social de la
democracia no es nuevo, ni es sólo nuestro; se nutre en la filosofía
social contemporánea.
Este concepto de la
democracia, justo es reconocerlo, es también compartido por la mayoría de
los partidos políticos argentinos.
Mas lo importante no es que el
sentido social de la democracia esté en nuestras declaraciones políticas o estatutos partidarios, sino que los
argentinos tengamos la decisión y la valentía de llevarlo a la práctica.
(Aplausos.)
Las estadísticas nos colocan
ante una dolorosa realidad, pues ellas demuestran en forma irrefutable que durante los últimos años se ha ido
paulatinamente disminuyendo la participación del sector laboral en el producto
nacional, lo que no sólo ha importado una evidente injusticia social, sino que
ha repercutido perjudicialmente en
nuestro proceso de desarrollo nacional.
Sólo será justo nuestro orden
social cuando se logre que los recursos humanos y los materiales, unidos
al avance técnico del país, permitan
asegurar al hombre argentino la satisfacción de sus necesidades físicas y espirituales.
Pero deseamos desde ya alertar
a quienes conciban la democracia social como un simple proceso de distribución. Para que pueda existir justicia
de la sociedad para con el hombre es necesario que éste, a su vez, sea justo
para con la sociedad y que no le niegue o retacee su esfuerzo. (Aplausos.)
El país no solucionará los
graves problemas económicos, sociales, culturales, ni la transformación social
que proponemos se podrá concretar si cada hombre y cada mujer que habita en
esta tierra, a la que Dios ha bendecido con tantos dones naturales, no aporta
su esfuerzo para que el país pueda incrementar su producción, de manera que nos
permitan satisfacer las necesidades de la familia argentina, afianzar su
intercambio comercial con los otros países del mundo y cumplir acabadamente los
fines del Estado.
Para esa gran tarea, que
importa no sólo derechos, sino también obligaciones para el Estado y para todos
los sectores que integran la vida nacional, desde el más modesto hombre de
trabajo hasta los más poderosos sectores del capital, sin dejar de lado a los
intelectuales, profesionales y militares, convocamos a nuestros ciudadanos.
Esta es la hora de la
reparación nacional, a la que todos tenemos algo que aportar.
Esta es la hora de la gran
revolución democrática, la única que el pueblo quiere y espera; pacífica sí,
pero profunda, ética y vivificante, que al restaurar las fuerzas morales de la
nacionalidad nos permita afrontar un destino promisorio con fe y esperanza.
(¡Muy bien! Aplausos prolongados.)
Esta es la hora de las grandes
responsabilidades. La transformación nacional que nuestro concepto de democracia, así como las necesidades del
desarrollo y el propio índice de crecimiento demográfico nos imponen inexcusablemente a los argentinos, no
podrá ser afrontada sólo por una parcialidad política, sino que demanda el
esfuerzo conjunto y la responsabilidad de toda la Nación. (Aplausos.)
Esta es la hora de los grandes
renunciamientos de los hombres y de los grupos sociales en aras del bienestar de la comunidad; quien así no lo
entienda está lesionando al país y se está frustrando a sí mismo.
(Aplausos.)
Nunca, en las últimas décadas,
la Argentina ofreció un panorama con mayores vivencias democráticas que este
que hoy queda perfilado en todo el país. Nunca el Congreso Nacional tuvo mayor
representatividad, a través de sus diversos matices de opinión. Nunca hubo
tantos gobiernos provinciales con
expresiones diferentes en cuanto a su origen partidario. Ni nunca fue mayor la
diversidad de fuerzas que hoy se instalan en cientos de comunas que han de
constituir tonificante manifestación de auténtica democracia.
Todas las fuerzas políticas
argentinas participan desde hoy, en mayor o en menor medida, según haya sido su
circunstancia electoral en el gobierno de la cosa pública. Este hecho, de suyo
significativo, compromete la responsabilidad del conjunto. En este proceso de
recuperación y transformación social argentina, el Poder Ejecutivo cumplirá su
parte.
Resguardaremos celosamente la
división de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, creados por la
Constitución Nacional.
El país ha dado una prueba de
madurez política en el proceso del cual hemos surgido los actuales gobernantes, que podemos los argentinos
exhibir con orgullo, después de tantos desencuentros, ante todos los países del mundo. Esa misma
sensatez ha de permitir que cualquier emergencia que pueda producirse acerca de la conveniencia,
oportunidad o justicia de toda iniciativa o acto de gobierno del Poder Ejecutivo no sea un motivo de discordia
política, sino que, descontamos, ha de determinar la leal colaboración y preocupación del Poder
Legislativo.
La crucial situación económica
por que atraviesa el país; la legitimidad de las aspiraciones y esperanzas
puestas en evidencia por nuestro pueblo; la necesidad de recuperar y poner al
servicio de la colectividad nuestras riquezas naturales, de encauzar nuestra
economía y nuestra cultura con sentido social, no pueden frustrarse; sería
antipatriótico hacerlo, ya sea por mera hostilidad política o por desconfianza
en los fines.
Para la tarea que aguarda,
mucho espera la República de nosotros. Por nuestra parte pondremos al servicio
de la empresa, que acometemos con humildad y sin alardes, la más obstinada
voluntad. De vuestra honorabilidad descontamos el patriótico empeño en el difícil
cometido de legislar sabiamente, porque consideramos al Parlamento como
institución fundamental de la democracia.
Respetaremos al Poder
Judicial, cuya jurisdicción e independencia aseguraremos con todos los recursos
a nuestro alcance.
Así como entendemos que para
salvaguardar el destino de nuestro régimen democrático, republicano, contra
todas las desvirtuaciones de los grupos totalitarios, es necesario prestigiar
al Parlamento, afirmo que la libertad de
juicio e imparcialidad de la justicia constituyen la última y fundamental
garantía de nuestro orden institucional. (Aplausos.)
La existencia y la duración de
las formas republicanas en el nuevo mundo dependen de la existencia y duración
del sistema federativo. Gran parte de las deformaciones que nuestra forma
republicana de gobierno ha venido sufriendo coinciden y son consecuencia de un
proceso sistemático de desconocimiento
del régimen federal de nuestra organización institucional.
El avance de la Nación sobre
la esfera de los derechos que oportunamente se reservaran las provincias no
solamente ha importado la delegación o cercenamiento de facultades que han
contribuido a crear un poder central tan
fuerte, que lo hace proclive a caer en lo dictatorial, sino que al convertir a
los Estados provinciales en dependientes
en lo económico, en lo cultural, en lo político, en lo social, ha ido poco
a poco aniquilando las posibilidades de
armónico desarrollo nacional. (Aplausos.)
Es necesario restablecer en su
verdadera esencia nuestro federalismo si queremos afianzar la forma republicana
de gobierno.
Muchos de los problemas
institucionales que hemos tenido, necesario es decirlo, se habrían evitado si
las provincias argentinas hubieran mantenido, sin desmedro para el poder
central, sus posibilidades económicas y
hubieran sido lo suficientemente fuertes para impedir los excesos o desvaríos
del poder central.
Por ello confesamos nuestra
vocación federalista, consecuencia de las convicciones republicanas del pueblo
argentino, con las que nos encontramos profundamente consustanciados.
(Aplausos.)
La economía argentina
atraviesa por una de las épocas más difíciles de su historia. Resulta incomprensible haber llegado al punto en que
nos hallamos, si tenemos en cuenta que esta tierra ha sido dotada de excelentes recursos naturales y
cuenta con una población excepcionalmente apta para el trabajo y las empresas
del espíritu.
Un desaprensivo manejo de la
cosa pública ha venido a acentuar un proceso que arranca desde hace muchos años
y contra el cual no se ha actuado con energía e inteligencia, lo que ha
provocado los resultados que están a la vista.
No afirmamos nada nuevo al
señalar que atravesamos una situación coyuntural de paralización económica y desequilibrio financiero,
independiente de la crisis estructural que es menester superar por medio de la
adecuación de los procesos productivos, de cambio y distributivos. Pero debemos
afirmar que estamos dispuestos a
contribuir con nuestra acción a crear las condiciones que permitan la
transformación de la realidad actual, y para eso contamos con la colaboración
de nuestro pueblo, cuya capacidad y actividad creadora son sobresalientes.
La acción a desarrollar tiene
por meta final alcanzar en el más breve plazo dos objetivos básicos e íntimamente ligados: la posibilitación y
mantenimiento de un proceso continuo de crecimiento económico y la participación activa del
pueblo trabajador en una más justa distribución de la riqueza, que le permita su completo desarrollo
cultural y espiritual. (Aplausos.)
A estas metas no se llegará
con fórmulas sorpresivas ni acciones providenciales. Nadie conoce nada que pueda superar al trabajo cotidiano y ordenado
de la población. Para el aprovechamiento más eficaz de los factores es fundamental establecer el
método de la programación económica, como forma de canalizar ordenada, organizada y
previsoramente el trabajo y las ideas, que tendrán un marco de elevado nivel científico, trazando planes de gobierno
con la colaboración de los sectores empresarios y trabajadores y la debida intervención del
Poder Legislativo.
Para el lapso que cubre hasta
octubre de 1964, ya hemos concertado las medidas para eliminar la desocupación obrera y lograr el
aprovechamiento pleno de todos los factores productivos, sumados a la defensa
del valor de nuestra moneda.
La programación que
propugnamos será concretada en un plan de varios años que ha de ser puesto en
marcha a partir del primero de noviembre de 1964 y será revisado anualmente
para adecuarlo a las etapas de
realización.
En el plan de largo plazo se
fijarán las prioridades de inversión en el sector público y las medidas a tomar para el aliento de la actividad
privada.
Nuestra acción tenderá a
afirmar las posibilidades del país, dueño de su presente y con plena capacidad
para trazar su destino; mejoraremos, con plena autonomía, los resortes
fundamentales de nuestra política
económica tal como reiteradamente lo hemos expresado. Petróleo, energía
eléctrica, transportes, siderurgia y servicios públicos son actividades en las
cuales el Gobierno ha de jugar un papel
fundamental a través de la inversión y de su explotación (Aplausos), y
hemos de ser persistentes en la obtención de altos niveles de eficiencia por
parte de los organismos estatales. A cada empresa del Estado corresponderá
cumplir con los planes de producción fijados por anticipado ya los costos
adecuados, y serán responsables de su cumplimiento los dirigentes de las
mismas.
Bregaremos para que los
niveles actuales de producción de energía, que son incompatibles con el grado
de desarrollo a que aspiramos, sean sensiblemente aumentados. Para superar este
estado de cosas comenzaremos por aprovechar al máximo la actual potencia
instalada, interconectando las redes del interior y del litoral, mejorándolas y
complementándolas, y utilizando las soluciones que ofrece el progreso
tecnológico para salvar las dificultades que prevemos en la expansión de la
economía argentina, en cuanto tengan efectividad las medidas que propugnamos.
Los transportes y
comunicaciones serán estructurados de manera que estén al servicio del conjunto
económico. Se evitarán las superposiciones para mejorar la utilización de los
factores, y desarrollaremos un esfuerzo persistente para eliminar el déficit
económico y financiero.
En materia de política de
petróleo cumpliremos lo prometido reiteradamente. (Aplausos prolongados.)
Los contratos que fueron
suscritos a espaldas de la ley y de los intereses económicos del país
serán anulados. (¡Muy bien! Aplausos
prolongados.) Yacimientos Petrolíferos Fiscales será -de acuerdo con la mejor
tradición argentina- la entidad rectora de nuestro desarrollo energético.
Completa el cuadro de nuestros
propósitos en materia de infraestructura básica la idea del abastecimiento
siderúrgico. Sierra Grande, San Nicolás, Zapla, son nombres que cimentarán la
grandeza futura de nuestro país. Los Yacimientos de Río Turbio, como todos
nuestros vastos recursos de minerales, serán activados para que cumplan la alta
finalidad que fundamentó los ingentes esfuerzos que la Nación ha comprometido y
comprometerá en su desarrollo.
Alentaremos e impulsaremos por
todos los medios los más altos niveles de producción industrial, con el
consiguiente aumento de la demanda efectiva de la población. Un vigoroso
desarrollo industrial constituye un imperativo de alto contenido social toda
vez que, además de permitir la plena ocupación, facilite una mayor
productividad de la mano de obra y demás factores de la producción, la
afluencia de productos al mercado y la disminución de sus costos con el
consiguiente mejoramiento del nivel de vida.
Facilitará, así mismo, una
adecuada política de sustitución de importaciones, promoverá la exportación de
productos manufacturados y, adicionalmente, asegurará el equipamiento y la
tecnificación agraria.
El mantenimiento de un ritmo
de crecimiento económico compatible con las posibilidades nacionales,
compromete el impulso armónico de la producción en el agro y la industria. El
agro debe entrar en una etapa acelerada de su productividad, para lo cual será
necesario mejorar el nivel tecnológico actual y modificar el régimen de la
tierra de modo de facilitar el acceso a la propiedad por parte de los
auténticos productores (Aplausos), que gozarán de una adecuada ayuda crediticia
que asegure este objetivo. La mecanización agraria, la utilización de abonos,
herbicidas, vacunas, pasturas artificiales y modernos mecanismos de
intermediación serán -entre otras- las herramientas para esta tarea.
Por ello necesitamos realizar
una acción continua en el agro, que no escatime esfuerzos por parte del
gobierno y los productores, para que sea notablemente incrementada la oferta a
fin de satisfacer las crecientes necesidades del mercado interno y la obtención
de mayores saldos exportables que nos permitan obtener las divisas necesarias
para completar nuestro desarrollo industrial.
Los estímulos a la producción
serán complementados por la adecuación de los mecanismos comerciales internos,
a fin de permitir a los productores la captación de los frutos de sus esfuerzos
por la eliminación de etapas innecesarias.
El gobierno ha de orientar
para ello su política crediticia, cambiaria, comercial y fiscal, de manera tal
que apoye la actividad de los productores particulares en el esfuerzo que
demandamos. 18
Se atenderá al sector privado
por medio del mecanismo bancario, destinando el crédito a la atención de las
actividades productivas. Consideramos conveniente la inmediata implantación del
redescuento selectivo dentro de un estricto orden de prioridades, absorbiendo
posteriormente el aumento de medios de pagos redundantes, conforme a
coeficientes que periódicamente fije el Banco Central.
Dada la actual situación de
nuestra balanza de comercio externo y la tendencia de la balanza de pagos
internacionales, estimamos conveniente continuar con el actual sistema de
mercado único, libre y fluctuante. Las autoridades monetarias observarán muy
atentamente los movimientos en el valor de las divisas para evitar distorsiones
que provengan de acciones especulativas, cuya repercusión sobre el esfuerzo
creador de la Nación es siempre negativa. (Aplausos.)
Se halla prácticamente colmada
nuestra capacidad de endeudamiento en el exterior, y gran parte de esa masa de
deudas es de corto plazo. Afortunadamente, la situación de nuestra balanza
comercial es favorable y la coyuntura actual del mercado internacional permite
conjeturar el mantenimiento de nuestra corriente exportadora.
Confiamos en que una prudente
política en el manejo de nuestras divisas y un adecuado trato en nuestras
relaciones financieras permitirán sortear esta situación, restableciendo el
prestigio internacional en las plazas exteriores.
Al mismo tiempo, se colocarán
las estructuras de nuestra representación exterior al servicio de la ampliación constante de nuestros mercados, y
en esta tarea no excluiremos las relaciones comerciales con ningún país que
ofrezca condiciones ventajosas de intercambio (Aplausos), sin perjuicio
del esfuerzo que debe dedicarse a
nuestros mercados tradicionales para acrecentar y diversificar nuestras exportaciones, defendiendo el valor y la
calidad de las mismas. En especial, impulsaremos decididamente la integración del mercado
latinoamericano, para lo cual es fundamental propender a un mayor grado de
complementación regional a través de la Asociación Latinoamericana de Libre
Comercio.
La aparición de importantes
mercados potenciales en el mundo afroasiáticos abre promisorias perspectivas de intercambio que han de ser
debidamente consideradas en el futuro.
El sector público ha sido
actor constante de perturbación en el proceso económico nacional, ya sea por la
aplicación de un sistema impositivo deficiente o por las distorsiones
provocadas por una inadecuada aplicación
del gasto público. Pondremos orden en las finanzas del país y para ello se
procederá a la inmediata revisión del
régimen de impuestos que ha entrado en deterioro. Se han de ordenar los
entes administrativos de percepción con
vistas a evitar la evasión fiscal y posibilitar la baja de las cargas que gravitan en la actualidad sobre los
contribuyentes de buen cumplimiento.
La más grave dificultad que
afrontará el país en el primer año de nuestro gobierno es el desequilibrio
presupuestario, que tiene un déficit potencial que aún no conoce la opinión
pública pero que seguramente no será menor de setenta mil millones de pesos.
Comprometemos nuestro más
riguroso esfuerzo para reducirlo a límites compatibles con la estructuración de la política de expansión
económica que propiciamos.
En este sentido, la mayor
recaudación fiscal proveniente del ordenamiento impositivo y de la reactivación económica, permitirá una
atenuación de dicho desequilibrio, que será complementada por la disminución de los gastos e inversiones
prescindibles y la reducción del déficit de explotación de las empresas del Estado mediante una
administración eficiente de las mismas.
Por otra parte, el citado
déficit de explotación, considerablemente agravado por la disminución de
los servicios, se reducirá a
consecuencia de la reactivación del mercado interno. La aplicación del plan de
corto plazo que, como hemos afirmado hace un momento, reactivará la economía
hasta llevarla a los niveles de ocupación plena de los factores, cuidará de no
afectar la estabilidad del signo monetario y la alteración del nivel de
precios. El salario real de los trabajadores será defendido tenazmente por el
gobierno, ya que la reactivación económica está basada en el aumento de la
demanda efectiva de bienes y servicios, y cualquier alza de precios que se
produzca por la deficiencia de la oferta, neutralizaría la política que se ha
de emprender. (Aplausos.)
El aumento del volumen de la
demanda efectiva tiene que ser traducido en un aumento continuo de la
producción y la consecuente baja de los costos unitarios por una menor
incidencia de los gastos fijos. En este sentido, el gobierno desea contar con
la comprensión y colaboración activa de los empresarios, a efectos de evitar la
acción que será necesaria en caso de distorsionarse el proceso.
Pero toda esa política
económica poseerá el enfoque de la nueva actitud que desde hoy estableceremos
en el país, poniendo el énfasis en el desarrollo y la integración equilibrada
de todas sus regiones, en las cuales dormitan insospechadas posibilidades de
riqueza y de progreso. (Aplausos.)
El nuevo estilo social, la
correlativa estabilidad política y el respeto a las normas jurídicas que estableceremos, serán estímulo suficiente
para promover una corriente de inversiones del exterior, que, complementando al ahorro nacional, reanudarán
vinculaciones que históricamente ha tenido la República con las demás naciones
del mundo en esta materia.
Estos aportes fortalecerán sin
distorsiones la acción creadora de la inventiva y del genio nacional, cuyas
potencias impulsaremos como un imperativo fundamental de esta hora.
Es nuestra intención
sistematizar la legislación laboral y previsional mediante la sanción de un
código de trabajo y seguridad social (Aplausos) que afirme la participación
activa de los trabajadores en todos los niveles, asegure su integridad moral y
material, y contemple un sistema previsional justo.
Desarrollaremos una política
gremial que posibilite la unidad del sindicalismo argentino y lo preserve de la
intromisión del Estado y de su instrumentación política.
Comprendemos que la sola
formulación técnica de planes económicos no es suficiente para la solución de
los problemas argentinos. Es imprescindible comprometer el esfuerzo común de
los factores decisivos de la producción, trabajadores y empresarios, en lo que
llamamos el pacto social, mediante el cual deben articularse bases
compromisorias para que en este campo tan delicado de la actividad no se
produzcan fricciones ni desencuentros estériles. Creemos que se ha hecho ya
bastante camino para lograr el entendimiento de estos sectores, y estamos
convencidos de que el país cuenta con una mano de obra altamente capacitada,
con cuadros de dirección sindical inteligentes y responsables, y con una clase
empresaria moderna e informada, los que constituyen elementos suficientes para
encarar seriamente esta apasionante tarea de estructurar una sociedad moderna,
donde esté asegurada la familia y se excluyan toda clase de privilegios. (¡Muy
bien! Aplausos.)
Obreros y empresarios han de
aceptar el compromiso que tienen frente a la Nación de resolver pacíficamente sus diferencias y ser uno de
los sostenes principales de un orgulloso sentimiento nacional de suficiencia
para vencer las dificultades que la República enfrenta. Cuidaremos a nuestras
madres y a nuestros niños; defenderemos la salud del ser humano en todos los
ciclos de su existencia, con suficiente y sana alimentación, erradicando
endemias y previniendo epidemias, aplicando científica y moderna medicina
social, sanitaria y asistencial.
Será una de nuestras máximas
preocupaciones arbitrar personal técnico y recursos sin limitaciones para
atender en forma total este irrenunciable deber del Estado. (Aplausos.)
Es principio fundamental que
“el desarrollo económico debe ir acompañado y proporcionado con el progreso
social”.
Coincidimos con el papa Juan
XXIII cuando afirma en su ya histórica encíclica que «la riqueza económica de un pueblo no consiste solamente
en la abundancia total de los bienes, sino también, y más aún, en la real y
eficaz distribución según justicia, para garantía del desarrollo personal de
los miembros de la sociedad, en lo que
consiste el verdadero fin de la economía nacional".
Tengamos siempre presente que
mientras no se acorten las diferencias, las desigualdades de hecho serán mucho
más efectivas que las ilusorias igualdades de derecho. (Aplausos.) Salarios
justos, con real valor adquisitivo;
vivienda digna y techo para todos; derecho a la salud, mediante un eficaz
sistema asistencial que cubra a toda la población; sistema previsional
eficiente.
He ahí sintetizado el más
ambicioso de los programas. Cumplirlo será nuestro gran objetivo. «La clase obrera -recordamos a Crisólogo
Larralde- (Aplausos prolongados), la única clase, porque de su carne y de su sangre nacieron el sabio, el
descubridor, el estadista, el sacerdote, el guerrero, el pacifista, el revolucionario y el verdugo, el
poeta y el santo, y hasta el rico, esa clase única está marchando, y si no se demora en tratos
venales, ni en la faena mercantil de su propio destino, llegará al campo
abierto de la vida en libertad, con derechos totales, con seguridad y fuerza
para afirmar el bienestar humano. Entonces todos seremos obreros de alguna
cosa:” (Aplausos.)
Nuestra era asiste al
desarrollo de la ciencia en términos inéditos pocas décadas atrás. La facultad
de producir y controlar nuevas energías califica la época contemporánea, pero
no es menos importante lo que se ha logrado en la lucha contra las enfermedades
o en la tarea de comunicar íntimamente al género humano. Esos esquemas nuevos
para la nueva coyuntura nacional se cruzan con los esquemas del mundo. La
segunda parte del siglo XX nos ofrece una ciencia enriquecida, y debemos por
ello, junto a nuestra conciencia nacional, aprovechar los resultados modernos
del progreso, y por medio del esfuerzo, dejar nuestra demorada realidad superando
el deterioro físico y moral, económico y social, científico, técnico e
intelectual que la inercia ha provocado y recuperar tanto tiempo perdido. Nadie
podrá ignorar que una gran causa nacional argentina nos espera, y una fuerte
voluntad no exenta de suavidad y diálogo será el método por utilizar.
La aplicación de la ciencia y
la tecnología supone la necesidad de dar constante impulso a la enseñanza,
haciéndola accesible a cantidades crecientes de habitantes y promoviendo la
especialización técnica de éstos. El
pleno desarrollo de la personalidad moral, cultural y física de nuestro pueblo
supone una reforma de la educación que garantice idénticas posibilidades a las
nuevas generaciones, capacitándolas para el cumplimiento de la responsabilidad
nacional y humana que les compete.
Debemos acrecer el número de
nuestros técnicos, procurar su estabilidad y evitar su éxodo; estimular sus
afanes de progreso, su imaginación creadora, su responsabilidad ante el desafío
que les lanza la angustia y la esperanza de los hombres.
El gobierno, como ha sido
señalado antes, ha de remover los obstáculos presentes y promoverá la necesaria infraestructura económica y social,
preservando el precioso bien de la libertad, sin el cual la ciencia no florece
ni cumple su destino trascendente.
La vastedad de la tarea a
cumplir en el ámbito educativo compromete por sí sola un programa de realizaciones que obligará a volcar en esta
materia todos los recursos necesarios.
Nos pondremos así a crear sin
miedo la nueva cultura, como meta larga y vieja aspiración, jerarquizando al
país ante nuestros descendientes, dando lugar a la juventud para que ella se
pueda realizar y componer una sociedad
dinámica y moderna, con un bien perfilado rumbo moral.
Signos contradictorios se
advierten en América y el mundo. Mientras el alivio que ha creado el reciente pacto para la desnuclearización
afirma la idea de que la paz se abre camino en la Tierra, recientes episodios de fuerza ensombrecen el panorama
de nuestra América. Es muy sensible que esto último ocurra, por cuanto afecta
de manera notable las posibilidades de Latinoamérica. Deben comprender las
fuerzas gravitantes en estos pueblos que cada uno de estos episodios constituye
un paso atrás en el camino del progreso de nuestras naciones, que sólo se podrá
lograr cabalmente el día que tengan consolidada democráticamente su paz
interior. No puede ignorarse que hay causas profundas que generan estos efectos
perniciosos. Removerlos tiene que constituir una de las grandes metas de
nuestro tiempo y de nuestro continente, que debe integrarse armoniosamente en
la efectiva vigencia de la democracia, Debemos tener en cuenta que la paz ya no
consiste sólo en el equilibrio del poder de las grandes potencias, sino también
en dar a las naciones sin desarrollo las oportunidades y los medios para hacer
desaparecer la tremenda humillación de su desigualdad y de la miseria en que
viven sus habitantes
Para universalizar la paz hay
que universalizar el progreso y el bienestar (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos.) América no puede ser únicamente
una nomenclatura geográfica, sino que tiene que ser una unidad activa orientada
y orientadora, complementaria de un orden universal. Volvemos, pues, a la
preocupación de Hipólito Yrigoyen (Aplausos) para afirmar «la emancipación de
nuestros gobiernos en cuanto a su política exterior» y para que «esta parte del
mundo pueda hacer sentir que, si se toma una decisión es por su propia voluntad
libre». (¡Muy bien! Aplausos. )
Debemos hablar con claridad de
los motivos para encontrar prontamente las soluciones. La OEA no se hizo para
hacer el desarrollo hacia adentro, sino para crear una defensa hacia afuera.
Había peligros evidentes que justificaron esa preocupación. Pero frente al
problema de América latina como existencia y crecimiento la Organización sufre
la heterogeneidad de su composición. En efecto, en ella se han reunido dos
mundos: un mundo hecho otro mundo por hacerse. Un mundo tiene la lógica
preocupación de su defensa; el otro tiene la perentoria necesidad de su crecimiento.
(Aplausos)
El desarrollo, de esa manera
conseguido en etapas tan diferenciadas, posterga la solución que cada uno
procura para su caso. No es fácil comprenderse, aun existiendo la mejor buena
voluntad de ambos mundos. Consideramos que es la hora de que la dirección y
ejecución del desarrollo en América latina se latinicen. Nosotros creemos, con
profunda fe, en los fines de la Alianza para el Progreso. Podemos decir que el
programa de la Alianza es el programa que piensa realizar nacionalmente el gobierno
que hoy se inicia. Estamos totalmente dispuestos a hacer el esfuerzo propio.
Por eso mismo consideramos que si no se latiniza la dirección del desarrollo
continental, seguiremos dependiendo de un esfuerzo ajeno para llevar a cabo
nuestro desarrollo. (¡Muy bien! Aplausos prolongados.)
No habrá, para nosotros,
países grandes que debamos seguir ni países chicos que debamos dirigir.
(Aplausos.) Habrá solamente
pueblos y seres humanos igualmente respetables, a cada uno de los cuales
ofrecemos una amistad sin prevenciones.
Pacífica, pero
incansablemente, seguiremos procurando la integración del territorio patrio.
Queremos que la geografía nacional sea efectiva en las Malvinas y en la
Antártida Argentina (Aplausos prolongados.)
La soberanía nacional tiene que
quedar afirmada como un imperativo irrenunciable.
No puede escapar a nuestra
preocupación de gobernantes, la importante función que corresponde a las fuerzas armadas en el proceso de la
recuperación nacional.
Custodias de la soberanía
argentina, son las depositarias de una tradición que compromete con sentido
trascendente su tarea, que no ha sido solamente la de llevar sus armas para la
hazaña de ganar medio continente a la causa de la libertad, sino que han
cumplido, en todos los tiempos, fecunda acción civilizadora. En este aspecto de
su quehacer, no menos importante que el considerado como específico de las
fuerzas armadas, siempre estuvieron identificadas con los grandes objetivos del
progreso nacional.
Ayer consolidaron nuestras
fronteras, y en los lejanos lugares y mares del Sur cumplieron y cumplen una
encomiable labor de afirmación argentina, complementada con manifestaciones de
alto valor científico . Defendieron el patrimonio de la Nación afirmando una
política emancipadora que vincula el nombre de uno de sus más ilustres jefes a
la gesta del petróleo argentino. Otro ilustre militar promovió el desarrollo
siderúrgico elaborando un plan, cuya concreción definitiva sigue constituyendo
una gran aspiración para impulsar nuestra industria pesada. En la actualidad,
las fuerzas armadas cumplen tareas que representan un positivo aporte a las más
diversas manifestaciones de la vida nacional, acción que deben intensificar y
que debe conocerse para un mejor esclarecimiento de la opinión pública. (Aplausos.)
En los últimos años, el
desencuentro argentino las llevó a enfrentamientos dolorosos y a desenvolver
una tarea que no era la propia y que, en nuestro ordenamiento institucional, no
es la prevista para las fuerzas armadas.
Pero ellas comprenden al igual
que los civiles que es necesario volver a la normalidad, al área de la Constitución; porque hay demasiado por hacer
en la Argentina, para que esta institución fundamental se comprometa en
episodios que están reservados al poder civil. (Aplausos prolongados.) En este proceso de reparación nacional, las
fuerzas armadas incorporadas naturalmente a la tarea común, deben armonizar
esfuerzos para consolidar la paz interior y contribuir al bienestar general de
la patria.
Este Poder Ejecutivo tiene
confianza en el pueblo argentino todo y fe en el porvenir. Participan de esa
confianza y de esa fe las fuerzas armadas. Ellas también podrán sentirse
confiadas y seguras, porque todas sus dificultades serán superadas con gran
espíritu de imparcialidad y justicia, que permanentemente alentará el nuevo gobierno.
(Aplausos.)
Implantaremos en la
administración pública un sentido moral y normas de austeridad que restablezcan
la fe y la confianza del pueblo en sus gobernantes.
Proyectaremos, colaborando con
vuestra honorabilidad, una legislación que castigue severamente el
enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos (Aplausos prolongados) ya
quienes sean instigador es o cómplices de tales hechos. Señores: el odio y la
violencia son vacíos por sí mismos, porque los que se lanzan a la violencia o a
la inescrupulosidad, no tienen que vencer nada, ni en su corazón, ni en su
inteligencia.
Debemos luchar por el hombre
mismo, porque es la evidencia humana la que hace bambolear los tiranos y falsos
dioses y si no sabemos con seguridad que nuestra verdad es la verdad, sabemos bien,
en cambio, dónde está la mentira. Si nos esforzamos en formar una conciencia
nacional, con justo sentido moral, no nos desesperaremos nunca, ni nos agotará
cualquier encarnizada adversidad, porque sabemos también las razones fundamentales
de por qué luchamos, y desterraremos el temor y será superada cualquier acción
psicológica que pretenda desnaturalizar nuestras rectas intenciones. En este
obstinado combate para lograr una justa convivencia nacional, no asumimos el
poder para dominar nuestro país, sino para servir a su grandeza, no
apartándonos jamás de la Constitución y de la ley, asegurando a todos nuestros conciudadanos iguales derechos y
responsabilidades. (Aplausos prolongados.)
Nos moderaremos constantemente
para no ceder a los agravios contra las virtudes republicanas, y acompañaremos y comprenderemos a nuestro
pueblo para que todos cumplamos con nuestro deber: sentir la patria, y servirla
en profundidad y con sencillez. (Aplausos.)
Somos conscientes de la
responsabilidad que importa el honor con que el pueblo y los partidos políticos
generosamente nos han honrado, así como también de la multiplicidad y
complejidad de los problemas que deberemos afrontar; pero tenemos la firme
convicción de que con la ayuda de la divina Providencia y de todos los sectores
de la nacionalidad, el país podrá ver concretado un porvenir venturoso de paz y
justicia.
Señores embajadores:
agradecemos vuestra presencia en esta Asamblea y os rogamos llevéis a vuestros
países las seguridades de nuestra vocación democrática y nuestros deseos de
poder ser útiles, en alguna medida, a la causa de la humanidad.
Dicha concepción tiene valor
universal, y al afanarnos por concretarla, estamos trabajando no sólo para la Argentina
o América, sino para el mundo.
Señores legisladores: es
tiempo nuevo el que empieza. Levantemos bien alto las divisas precursoras,
congregando a todos para la hazañosa faena, como en las horas liminares. El país retomará su puesto de prestigio entre
los pueblos libres del mundo.
Hay una meta fijada que
debemos alcanzar: la felicidad de la patria. (Aplausos prolongados. Los señores
legisladores y el público, puestos de pie, aclaman al excelentísimo señor
presidente de la Nación.)