jueves, 23 de diciembre de 2010

Otro Fin de Etapa ya llega.

Estimadas y Estimados lectores:

Se vienen las fiestas y, como siempre, todo cierre de etapa debe servir para reflexionar, sabiendo que todo cierre de etapa implica el comienzo de otra nueva.

Así que en ese sentido, espero que lo bueno y lo malo que nos haya pasado nos sirva para aprender de ello, pues esa es una de las formas de adquirir conocimiento que es, en definitiva, una de las maneras de crecer y madurar como humanos.

Por eso hago votos para que este fin de año sirva para que podamos pensar en los desafíos que debemos encarar en el próximo año; que podamos reflexionar y preparar nuestras vidas para todo lo bueno que debemos hacer por la condición humana, cosa que necesita que busquemos las herramientas que nos acerquen al camino de la virtud, lo que en primer lugar se hace batallando contra uno mismo, para así poder ser mejores seres humanos determinados a encarar la lucha por mundo mejor, mundo que empieza por ese que nos rodea todos los días: familia, amigos, trabajo, compañeros, etc.



¡¡ MUY FELICES FIESTAS !!!

Carlos A. Riego.

martes, 21 de diciembre de 2010

Los Versos de Oro - (Pitágoras)


Honra, en primer lugar, y venera a los dioses inmortales,
a cada uno de acuerdo a su rango.
Respeta luego el juramento, y reverencia a los héroes ilustres,
y también a los genios subterráneos:
cumplirás así lo que las leyes mandan.
Honra luego a tus padres y a tus parientes de sangre.
Y de los demás, hazte amigo del que descuella en virtud.

Cede a las palabras gentiles y no te opongas a los actos provechosos.
No guardes rencor al amigo por una falta leve.

Estas cosas hazlas en la medida de tus fuerzas,
pues lo posible se encuentra junto a lo necesario.

Compenétrate en cumplir estos preceptos,
pero atiénete a dominar
ante todo las necesidades de tu estómago y de tu sueño,
después los arranques de tus apetitos y de tu ira.

No cometas nunca una acción vergonzosa,
Ni con nadie, ni a solas:
Por encima de todo, respétate a ti mismo.

Seguidamente ejércete en practicar la justicia, en palabras y en obras,
Aprende a no comportarte sin razón jamás.

Y sabiendo que morir es la ley fatal para todos,
que las riquezas, unas veces te plazca ganarlas y otras te plazca perderlas.

De los sufrimientos que caben a los mortales por divino designio,
la parte que a ti corresponde, sopórtala sin indignación;
pero es legítimo que le busques remedio en la medida de tus fuerzas;
porque no son tantas las desgracias que caen sobre los hombres buenos.

Muchas son las voces, unas indignas, otras nobles, que vienen a herir el oído:
Que no te turben ni tampoco te vuelvas para no oírlas.
Cuando oigas una mentira, sopórtalo con calma.

Pero lo que ahora voy a decirte
es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos,
te conmueva para que hagas o digas nada que no sea lo mejor para ti.

Reflexiona antes de obrar para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás lo que no pueda dañarte.

No entres en asuntos que ignoras,
mas aprende lo que es necesario:
tal es la norma de una vida agradable.

Tampoco descuides tu salud,
ten moderación en el comer o el beber,
y en la ejercitación del cuerpo.
Por moderación entiendo lo que no te haga daño.
Acostúmbrate a una vida sana sin molicie,
y guárdate de lo que pueda atraer la envidia.

No seas disipado en tus gastos
como hacen los que ignoran lo que es honradez,
pero no por ello dejes de ser generoso:
nada hay mejor que la mesura en todas las cosas.

Haz pues lo que no te dañe, y reflexiona antes de actuar.
Y no dejes que el dulce sueño se apodere de tus lánguidos ojos
sin antes haber repasado lo que has hecho en el día:
"¿En qué he fallado? ¿Qué he hecho? ¿Qué deber he dejado de cumplir?"
Comienza del comienzo y recórrelo todo,
y repróchate los errores y alégrente los aciertos.

Esto es lo que hay que hacer.
Estas cosas que hay que empeñarse en practicar,
Estas cosas hay que amar.
Por ellas ingresarás en la divina senda de la perfección.
¡Por quien trasmitió a nuestro entendimiento la Tetratkis,
la fuente de la perenne naturaleza.

¡Adelante pues! ponte al trabajo,
no sin antes rogar a los dioses que lo conduzcan a la perfección.
Si observares estas cosas
conocerás el orden que reina entre los dioses inmortales y los hombres mortales,
en qué se separan las cosas y en qué se unen.

Y sabrás, como es justo, que la naturaleza es una y la misma en todas partes,
para que no esperes lo que no hay que esperar,
ni nada quede oculto a tus ojos.

Conocerás a los hombres,
víctimas de los males que ellos mismos se imponen,
ciegos a los bienes que les rodean, que no oyen ni ven:
son pocos los que saben librarse de la desgracia.
Tal es el destino que estorba el espíritu de los mortales,
como cuentas infantiles ruedan de un lado a otro,
oprimidos por males innumerables:
porque sin advertirlo los castiga la Discordia,
su natural y triste compañera,
a la que no hay que provocar, sino cederle el paso y huir de ella.

¡Oh padre Zeus! ¡De cuántos males no librarías a los hombres
si tan sólo les hicieras ver a qué demonio obedecen!

Pero para ti, ten confianza,
porque de una divina raza están hechos los seres humanos,
y hay también la sagrada naturaleza que les muestra y les descubre todas las cosas.
De todo lo cual, si tomas lo que te pertenece,
observarás mis mandamientos,
que serán tu remedio, y librarán tu alma de tales males.

Abstiénete en los alimentos como dijimos,
sea para las purificaciones, sea para la liberación del alma,
juzga y reflexiona de todas las cosas y de cada una,
alzando alto tu mente, que es la mejor de tus guías.

Si descuidas tu cuerpo para volar hasta los libres orbes del éter,
serás un dios inmortal, incorruptible,
ya no sujeto a la muerte.
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Nota: Tetraktys o Cuaternidad. Número sagrado y fundamental de los pitagóricos por el cual juraban su fidelidad. Simboliza la unidad origen y principio, la dualidad de las oposiciones y las complementariedades, y el triunfo de la trinidad, que finalmente se despliega en el universo del cuatro. 1 + 2 + 3 + 4 = 10, la unidad expandida en la manifestación, = 1 + 0 = 1, el retorno a la unidad del origen. N. del T.

martes, 14 de diciembre de 2010

"Del Mérito" (*)


I. Del mérito.

47. El rango sólo es justo como sanción del mérito. No van siempre juntos, ni guardan armónica proporción. El rango se recibe, es adventicio y su valor fluctúa con la opinión de los demás, pues necesita la convergencia de sanciones sociales que le son extrínsecas; el mérito se conquista, vale por sí mismo y nada puede amenguarlo, porque es una síntesis de virtudes individuales intrínsecas. Cuanto mayor es la inmoralidad social, más grande es su divorcio; el mérito sigue siendo afirmación de aisladas excelencias; el rango se convierte en premio a la complicidad en el mal.

Los jóvenes que olvidan esos distingos viven genuflexos, rindiendo homenaje al rango ajeno para avanzar el propio; empampanándose de cargos y de títulos medran más que resistiendo con firmeza la tentación de la domesticidad. Cegados por bastos apetitos llegan a creer, al fin, que los funcionarios de más bulto son los hombres de mayor mérito y se acostumbran a medirlos por el número de favores que pueden dispensar.

El mérito está en ser y no en parecer; en la cosa y no en la sombra. Construir una doctrina, arar un campo, crear una industria, escribir un poema, son obras cuajadas de mérito, nimban de luz la frente y en ella encienden una chispa de personalidad: nebulosa, astro, estrella.

El mérito del pensador, del sabio, del energeta, del artista, es el mismo en la cumbre o en el llano, en la gloria o en la adversidad, en la opulencia o en la miseria. Puede variar el rango que los demás le conceden; pero si es mérito verdadero sobrevive a quienes lo otorgan o niegan, y crece, y crece, prolongándose hacia la posteridad, que es la menos injusta de las injusticias colectivas.
48. La servidumbre moral es precio del rango injusto. En las generaciones sin ideales se advierte una sorda confabulación de mediocridades contra el mérito. Todos los incapaces de crear su propio destino conjugan sus impotencias y las condensan en una moral burocrática que infecta a la sociedad entera. Los hombres aspiran a ser medidos por su rango de funcionarios; el culto cuantitativo de la actitud suplanta el respeto cualitativo de la aptitud.

Cuando el mal es hondo, como ocurre entre los diplomáticos de profesión, adquiere la inmoralidad estructura de sistema; los individuos se miden entre sí según su jerarquía, como fichas de valor diverso en una mesa de juego. El hábito de ver tasar a los demás por los títulos que ostentan, despierta en todos un obsesivo anhelo de poseerlos y hace olvidar que el Estado puede usar en su provecho la competencia individual, pero no puede conferirla a quien carece de ella. En el engranaje de la burocracia no es necesariamente economista el profesor de economía política, ni astrónomo el director de observatorio, ni historiador el archivero, ni escritor el secretario, como tampoco es fuerza que sea estadista el gobernante. Las más de esas personas, respetadas por su rango, ruedan al anonimo el día mismo en que lo pierden; en esa hora se mide la vanidad de su destino por el empeño con que sus domésticos alaban a los nuevos amos que los sustituyen.

El hombre que se postra ante el rango de fetiches pomposos, logra hacer carrera en el mundo convencional a que sacrifica su personalidad; lo merece. Su destino es frecuentar antesalas para mendigar favores, perfeccionando en protocolos serviles su condición de siervo.

Desdeñe la juventud esos falsos valores creados por la complicidad en el hartazgo. Burlándose de ellos, el hombre libre es un amo natural de todos los necios que los admiran. Respetando la virtud y el mérito, antes que el rango y la influencia, aprenderán los jóvenes a emanciparse de la servidumbre moral.

49. El mérito puede medirse por las resistencias que provoca. Toda afirmación de la personalidad suscita un erizamiento de nulidades; los jóvenes que alienten ideales deben conocer esos peligros y estar dispuestos a vencerlos. En el campo de la acción y del arte, del pensamiento y del trabajo, el mérito vive rodeado de adversarios; la falta de éstos es inapelable testimonio de insignificancia.

Aspero es todo sendero que se asciende sin cómplices; los que no pueden seguirlo conspiran contra el que avanza, como si el mérito ofendiera por el simple hecho de existir. La rebeldía de los caracteres firmes humilla a los que se adaptan con blandura de molusco; la originalidad de los artistas que crean subleva a los académicos cautelosos; el verbo nuevo de los sabios desconcierta a los glosadores de la rutina común. Todos los que se han detenido son enemigos naturales de los que siguen andando.

Sobresalir es incomodar; las medianías se creen insuperables y no se resignan a celebrar el mérito de quien las desengaña. Admirar a otros es un suplicio para los que en vano desean ser admirados. Toda personalidad eminente mortifica la vanidad de sus contemporáneos y los inclina a la venganza.

El anhelo de acrecentar los propios méritos obliga a vivir en guardia contra infinitos enemigos imperceptibles; de cada inferioridad humillada manan sutiles ponzoñas, de cada émulo rezagado parte una flecha traidora. Los jóvenes que sueñan una partícula de gloria deben saber que en su lid sin término sólo tienen por arma sus obras; el mérito está en ellas y triunfa siempre a través del tiempo, pues la envidia misma muere con el hombre que la provoca. Por eso tener ideales es vivir pensando en el futuro, sin acomodarse al azar de la hora presente; para adelantarse a ésta, es menester vivir desorbitados, pues quien se entrega a la moda que pasa, envejece y muere con ella. Si el mérito culmina en creaciones geniales, ellas son de todos los tiempos y para todos los pueblos.
(*) En: "Las Fuerzas Morales", Capítulo 7 - "Mérito, tiempo, estilo"; de José Ingenieros.

martes, 2 de noviembre de 2010

Carta de GANDHI a ADOLF HITLER, 1940

24 de diciembre de 1940

Algunos amigos me han instado a escribirle en nombre de la humanidad. Pero me he resistido a su petición, porque me parecía que una carta mía sería una impertinencia. Con todo, algo me dice que no tengo que calcular, y tengo que hacer mi llamamiento por todo lo que merezca la pena.

Está muy claro que es usted hoy la única persona en el mundo que puede impedir una guerra que podría reducir a la humanidad al estado salvaje. ¿Tiene usted que pagar ese precio por un objetivo, por muy digno que pueda parecerle? ¿Querrá escuchar el llamamiento de una persona que ha evitado deliberadamente el método de la guerra, no sin considerable éxito? De todos modos, cuento de antemano con su perdón sihe cometido un error al escribirle.

Yo no tengo enemigos. Mi ocupación en la vida durante los últimos treinta y tres años ha sido ganarme la amistad de toda la humanidad fraternizando con los seres humanos, sin tener en cuenta la raza, el color o la religión.

Espero que tenga usted el tiempo y el deseo de saber cómo considera sus actos una buena parte de la humanidad que vive bajo la influenciade esa doctrina de la amistad universal. Sus escritos y pronunciamientos y los de sus amigos y admiradores no dejan lugar adudas de que muchos de sus actos son monstruosos e impropios de la dignidad humana, especialmente en la estimación de personas que, como yo, creen en la amistad universal. Me refiero a actos como la humillación de Checoslovaquia, la violación de Polonia y el hundimiento de Dinamarca. Soy consciente de que su visión de la vida considera virtuosos tales actos de expoliación. Pero desde la infancia se nos ha enseñado a verlos como actos degradantes para la humanidad. Por eso no podemos desear el éxito de sus armas.

Pero la nuestra es una posición única. Resistimos al imperialismo británico no menos que al nazismo. Si hay alguna diferencia, será muy pequeña. Una quinta parte de la raza humana ha sido aplastada bajo la bota británica empleando medios que no superan el menor examen. Ahora bien, nuestra resistencia no significa daño para el pueblo británico. Tratamos de convertirlos, no de derrotarlos en el campo de batalla. La nuestra es una rebelión no armada contra el gobierno británico. Pero los convirtamos o no, estamos totalmente decididos a conseguir que su gobierno sea imposible mediante la no colaboración no violenta. Es un método invencible por naturaleza. Se basa en el conocimiento de que ningún expoliador puede lograr sus fines sin un cierto grado de colaboración, voluntaria u obligatoria, por parte de la víctima. Nuestros gobernantes pueden poseer nuestra tierra y nuestros cuerpos, pero no nuestras almas. Pueden tener lo primero sólo si destruyen por completo a todos los indios: hombres, mujeres y niños. Es cierto que no todos podrán llegar a tal grado de heroísmo, y que una buena dosis de temor puede doblegar la revolución; pero eso es irrelevante. Pues si en la India hay un número suficiente de hombres y mujeres que están dispuestos, sin ninguna mala voluntad contra los expoliadores, a entregar sus vidas antes que doblar la rodilla ante ellos, habrán mostrado el camino hacia la libertad de la tiranía de la violencia. Le pido que me crea cuando digo que encontrará usted un inesperado número de tales hombres y mujeres en la India. Durante los últimos veinte años han estado formándose para ello.

Durante el último medio siglo hemos estado intentando liberarnos del gobierno británico. El movimiento por la independencia no ha sido nunca tan fuerte como ahora. El Congreso Nacional Indio, que es la organización política más poderosa, está tratando de conseguir este fin. Hemos logrado un éxito muy apreciable por medio del esfuerzo no violento. Estamos buscando los medios correctos para combatir la violencia más organizada en el mundo, representada por el poder británico. Usted le ha desafiado. Ahora queda por ver cuál es el mejor organizado: el alemán o el británico. Sabemos lo que la bota británica significa para nosotros y las razas no europeas del mundo. Pero nunca desearíamos poner fin al gobierno británico con la ayuda de Alemania. En la no violencia hemos encontrado una fuerza que, si está organizada, sin duda alguna puede enfrentarse a una combinación de todas las fuerzas más violentas del mundo. En la técnica no violenta, como he dicho, no existe la derrota. Todo es «Vencer o morir» sin matar ni hacer daño. Se puede usar prácticamente sin dinero y, claro está, sin la ayuda de la ciencia de la destrucción que tanto han perfeccionado ustedes.

Me asombra que no perciba usted que esa ciencia no es monopolio de nadie. Si no son los ingleses, será otra potencia la que ciertamente mejorará el método y le vencerá con sus propias armas. Además, no está dejando a su pueblo un legado del que pueda sentirse orgulloso, pues no podrá sentirse orgulloso de recitar una larga lista de crueldades, por muy hábilmente que hayan sido planeadas.

Por consiguiente, apelo a usted, en nombre de la humanidad, para que detenga la guerra. No perderá nada si pone todos los asuntos en litigio entre usted y Gran Bretaña en manos de un tribunal internacional elegido de común acuerdo. Si tiene éxito en la guerra, ello no probará que usted tenía razón. Sólo probará que su poder dedestrucción era mayor. Por el contrario, una sentencia de un tribunal imparcial mostrará, en la medida en que es humanamente posible, cuál de las partes tenía razón.

Sabe que, no hace mucho tiempo, hice un llamamiento a todos los ingleses para que aceptaran mi método de resistencia no violenta. Lo hice porque los ingleses saben que soy un amigo, pese a ser un rebelde. Soy un desconocido para usted y para su pueblo. No tengo coraje suficiente para hacerle el llamamiento que hice a todos los ingleses, aunque se aplica con la misma fuerza a usted que a los británicos.

Durante esta estación, cuando los corazones de los pueblos deEuropa ansían la paz, hemos suspendido incluso nuestra pacífica lucha. ¿Es demasiado pedir que haga un esfuerzo por la paz en un tiempo que tal vez no signifique nada para usted personalmente, pero que tiene que significar mucho para los millones de europeos cuyo mudo grito de paz oigo, pues mis oídos pueden escuchar la voz de millones de personas mudas?



El gobierno británico no permitió que esta carta fuera enviada ni se hiciera pública

viernes, 22 de octubre de 2010

REFLEXIÓN: VIOLENCIA y TEMPLANZA DEL IDEARIO DEMOCRÁTICO.

La violencia, y su ejercicio, lisa y llanamente implica la negación y destrucción del diferente, del que piensa distinto, siendo por ello profundamente antidemocrática. En este sentido, no es compatible con ningún proyecto que se defina como democrático, nacional y popular, o republicano.

Así, por un lado, cualquier Gobierno que ocupe y administre el poder del Estado Democrático, debe pronunciarse con fuerza y vigor contra todo hecho violento, y debe dirigir sus deliberaciones y acciones políticas por la senda de la tolerancia social para educar en ella pues, en primer lugar, se guía y se enseña con el ejemplo.

Por otro lado, las fuerzas vivas de nuestro país deben templarse para apuntalar el pluralismo bregando por más derechos y libertades y, a su vez, defendiendo aquellas ya conseguidas, incipientes en algunos casos, pero reconociendo que cada paso dado en la conquista de derechos que refuercen el ideario de la Libertad es una batalla ganada y, como sociedad, no podemos consentir un retroceso en ese camino de progreso permitiendo que la violencia se utilice como método de construcción de poder o como modo de interacción social.

Es necesario comprender desde nuestra propia historia, como país y como continente, que construir una verdadera sociedad que se destaque no se logra por medio de la ruptura constante, de la incentivación de fanatismos, o de la aplicación del rótulo de enemigo a quien no acuerda o piensa igual, ya que ello es otra forma de la violencia. Esa es una polarización maniquea que fuerza a ponerse de un lado o de otro, planteando un escenario bipolar que es falaz y contrario al espíritu de vida Democrático en el que no hay sólo dos bandos, sino que en el existen y coexisten tantos como voces, opiniones, pensamientos y sentimientos hay en cada miembro de nuestro pueblo.

No es posible construir una Democracia y una República Inclusiva, con Justicia, Verdad y Responsabilidad Social, cuando vemos cotidianamente que se consiente, se fomenta, y se ejercita la violencia por medio de varias de sus formas, sea física, moral, de la palabra o por medio de la exclusión o la negación del otro humano. Esto es aún más grave si se observa en aquellos y aquellas que son personalidades públicas que se presentan como actores de la vida democrática. Deben comprender de una vez, al igual que aquellos que aspiran ocupar algún día esos lugares, que al aceptar voluntariamente (repito: voluntariamente), desempeñar esos roles sociales podrán lograr estima social, pero también aceptan la más alta y maravillosa de las responsabilidades: ser ejemplo vivo del ideario democrático lo que se manifiesta no sólo con palabras, sino con conducta coherente y diaria entre el decir y el hacer. Así mismo esta responsabilidad no es sólo para con quienes coinciden en opinión, sino que es para con el conjunto social todo, ya que ese es el sentido vinculado a la vocación pública en el ideario democrático, sea éste desempeñado por tener exposición y reconocimiento público, sea desde el estado o desde las organizaciones civiles o sociales. Pero hay otra responsabilidad menos visible pero importante en la consolidación de la cultura democrática, y es la que cada uno de los que integramos esta sociedad, este pueblo, tenemos, y por eso debemos también transmitir y ejercitar el ideario democrático aún en el más simple y pequeño acto de nuestra más privada cotidianeidad.

Es hora que empecemos a trabajar en una nueva etapa, la de construir la base común desde la cual todos debemos partir: el reconocimiento de la Condición Humana como cualidad esencial en cada persona, siendo ella el fundamento de la búsqueda y concreción de un real “derecho al derecho”, base igualitaria que garantice la Dignidad para la Vida como valor supremo, e implique la Fraternidad y el Respeto como indispensables en el trato humano, la Libertad como herramienta de crecimiento y límite infranqueable para el abuso de poder, la Tolerancia como cualidad de convivencia democrática, y la Paz como actitud que se refleje en nuestro hacer social. Con ello creo que lograremos construir una sociedad en la que tengamos como meta común el crecimiento del individuo y del conjunto social como un todo, y podremos progresar en el camino hacia la Virtud que es, en definitiva, lo que nos hará grandes como Nación.

Carlos A. Riego. (Octubre de 2010)

NOTA DEL AUTOR: Se permite la publicación del presente artículo sólo con fines educativos o de divulgación, siempre que sea citada la Fuente y al Autor, ya que el mismo integra una publicación mayor con "Registro de la Propiedad en Trámite".

miércoles, 15 de septiembre de 2010

de Juan Bautista Alberdi (*)

(*) Extractos de “FRAGMENTO PRELIMINAR AL ESTUDIO DEL DERECHO".

…Una nación no es una nación sino por la conciencia profunda y reflexiva de los elementos que la constituyen. Recién entonces es civilizada: antes había sido instintiva, espontánea; marchaba sin conocerse, sin saber adónde, cómo, ni por qué. Un pueblo es civilizado únicamente cuando se basta a sí mismo, cuando posee la teoría y la fórmula de su vida, la ley de su desarrollo. Luego, no es independiente sino cuando es civilizado. Porque el instinto, siendo incapaz de presidir el desenvolvimiento social, tiene que interrogar su marcha a las luces de la inteligencia extraña, y lo que es peor aún, tomar las formas privativas de las naciones extranjeras, cuya impropiedad no ha sabido discernir.

Es pues ya tiempo de comenzar la conquista de una conciencia nacional, por la aplicación de nuestra razón naciente a todas las fases de nuestra vida nacional. Que cuando, por este medio, hayamos arribado a la conciencia de lo que es nuestro, y deba quedar, y de lo que es exótico, y deba proscribirse, entonces, sí que habremos dado un inmenso paso de emancipación y desarrollo; porque no hay verdadera emancipación mientras se está bajo el dominio del ejemplo extraño, bajo la autoridad de las formas exóticas. Y como la filosofía es la negación de toda autoridad que no sea la de la razón, la filosofía es madre de toda emancipación, de toda libertad, de todo progreso social. Es preciso pues conquistar una filosofía, para llegar a una nacionalidad. Pero tener una filosofía es tener una razón fuerte y libre; ensanchar la razón nacional es crear la filosofía nacional, y por tanto, la emancipación nacional.

¿Qué nos deja percibir ya la luz naciente de nuestra inteligencia respecto de la estructura actual de nuestra sociedad? Que sus elementos, mal conocidos hasta hoy, no tienen una forma propia y adecuada. Que ya es tiempo de estudiar su naturaleza filosófica, y vestirlos de formas originales y americanas. Que la industria, la filosofía, el arte, la política, la lengua, las costumbres, todos los elementos de civilización, conocidos una vez en su naturaleza absoluta, comiencen a tomar francamente la forma más propia que las condiciones del suelo y de la época les brindan. Depuremos nuestro espíritu de todo color postizo, de todo traje prestado, de toda parodia, de todo servilismo. Gobernémonos, pensemos, escribamos y procedamos en todo, no a imitación de pueblo ninguno de la tierra, sea cual fuere su rango, sino exclusivamente como lo exige la combinación de las leyes generales del espíritu humano con las individuales de nuestra condición nacional.

Es por no haber seguido estas vías que nuestra patria ha perdido más sangre en sus ensayos constitucionales que en toda la lucha de su emancipación. Si cuando esta gloriosa empresa hubo sido terminada, en vez de ir en busca de formas sociales a las naciones que ninguna analogía tenían con la nuestra, hubiésemos abrazado con libertad las que nuestra condición especial nos demandaba, hoy nos viera el mundo andar ufanos una carrera tan dichosa como la de nuestros hermanos del Norte. No por otra razón son ellos felices que por haber adoptado desde el principio instituciones propias a las circunstancias normales de un ser nacional. Al paso que nuestra historia constitucional no es más que una continua serie de imitaciones forzadas; y nuestras instituciones, una eterna y violenta amalgama de cosas heterogéneas. El orden no ha podido ser estable, porque nada es estable sino lo que descansa sobre fundamentos verdaderos y naturales. La guerra y la desolación han debido ser las consecuencias de una semejante lucha contra el imperio invencible del espacio y del tiempo.

El día que América meridional cantó:

Oíd, mortales, el grito sagrado:

¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

Oíd el ruido de rotas cadenas,

Ved en trono a la noble igualdad.

Ese día comenzó un cambio de que hasta hoy no ha tenido toda la conciencia. Un comentario pide este sublime grito de que hemos llenado toda la Tierra, para justificarlo bajo todo aspecto.

La emancipación no es un hecho simple: es el complejo de todas las libertades, que son infinitas y, como las virtudes, solidarias y correlativas; por mejor decir, no hay más que una libertad -la de la razón- con tantas fases como elementos tiene el espíritu humano. De modo que cuando todas estas libertades o fases de la libertad racional no existen a la vez, puede decirse que ninguna libertad existe propiamente. Es pues menester desenvolver la razón, y desenvolverla en todo sentido, para completar el cuadro de nuestras libertades. Tener libertad política y no tener libertad artística, filosófica, industrial, es tener libres los brazos y la cabeza encadenada. Ser libre no es meramente obrar según la razón, sino también pensar según la razón, creer según la razón, escribir según la razón, ver según la razón. Este elemento fundamental, substratum de todas las libertades, es lo que nos falta conquistar plenamente: la juventud no tiene otra misión.

Nuestros padres nos dieron una independencia material: a nosotros nos toca la conquista de una forma de civilización propia, la conquista del genio americano. Dos cadenas nos ataban a Europa: una material que tronó; otra inteligente que vive aún. Nuestros padres rompieron la una por la espada; nosotros romperemos la otra por el pensamiento. Esta nueva conquista deberá consumar nuestra emancipación. La espada, pues, en esta parte cumplió su misión. Nuestros padres llenaron la misión más gloriosa que un pueblo tiene que llenar en los días de su vida. Pasó la época homérica, la época heroica de nuestra revolución. El pensamiento es llamado a obrar hoy por el orden necesario de las cosas, si no se quiere hacer de la generación que asoma el pleonasmo de la generación que pasa. Nos resta qué conquistar, sin duda, pero no ya en sentido material. Pasó el reinado de la acción, entramos en el del pensamiento. Tendremos héroes, pero saldrán del seno de la filosofía. Una sien de la patria lleva ya los laureles de la guerra; la otra sien pide ahora los laureles del genio. La inteligencia americana quiere también su Bolívar, su San Martín. La filosofía americana, la política americana, el arte americano, la sociabilidad americana son otros tantos mundos que tenemos por conquistar.

Pero esta conquista inteligente quiere ser operada con tanta audacia como nuestros padres persiguieron la emancipación política. Porque es notable que, en las cosas del pensamiento, fueron ellos tan tímidos y rutineros como habían sido denodados en las cosas materiales. Este fenómeno no es nuevo, ni es incompatible con la naturaleza anómala del hombre.

Hemos tocado consideraciones fecundas, que los intereses de la emancipación americana quieren ver amplificadas vastamente: contraigámonos a la faz política.

Cuando la voluntad de un pueblo rompe las cadenas que la aprisionan, no es libre todavía. No es bastante tener brazos y pies para conducirse: se necesitan ojos. La libertad no reside en la sola voluntad, sino también en la inteligencia, en la moralidad, en la religiosidad, y en la materialidad. Tenemos ya una voluntad propia; nos falta una inteligencia propia. Un pueblo ignorante no es libre, porque no puede; un pueblo ilustrado no es libre porque no quiere. La inteligencia es la fuente de la libertad; la inteligencia emancipa a los pueblos y a los hombres. Inteligencia y libertad son cosas correlativas; o más bien, la libertad es la inteligencia misma. Los pueblos ciegos no son pueblos, porque no es pueblo todo montón de hombres, como no es ciudadano de una nación todo individuo de su seno. La ley civil que emancipa la mayoridad no es arbitraria, es una ley natural sancionada por la sociedad. Es la naturaleza, no la sociedad, quien la emancipa proveyéndola de toda la fuerza de voluntad, de actividad, y de inteligencia para ser libre. La filosofía debe absolver esta teoría practicada instintivamente por el buen sentido legislativo de todos los pueblos. En todas las edades, la humanidad no ha visto culpabilidad donde faltaba la razón.

La soberanía, pues, pertenece a la inteligencia. El pueblo es soberano cuando es inteligente. De modo que el progreso representativo es paralelo al progreso inteligente. De modo que la forma de gobierno es una cosa normal, un resultado fatal de la respectiva situación moral e intelectual de un pueblo; y nada tiene de arbitraria y discrecional: puesto que no está en que un pueblo diga "quiero ser república", sino que es menester que sea capaz de serlo. Hay, en la vida de los pueblos, edad teocrática, edad feudal, edad despótica, edad monárquica, edad aristocrática y, por fin, edad democrática. Esta filiación es normal, indestructible, superior a las voluntades y a los caprichos de los pueblos. Y no es otra cosa que la marcha progresiva del poder legislativo, del poder soberano, del poder inteligente, que principia por un individuo, y pasa sucesivamente a varios, a muchos, a una corta minoría, a una minoría mayor, a la mayoría, a la universalidad. Así un pueblo no ha venido a ser rey sino después de haber sido sucesivamente vasallo, cliente, plebeyo, pupilo, menor, etcétera. La democracia es, pues, como lo ha dicho Chateaubriand, la condición futura de la humanidad, y del pueblo. Pero adviértase que es la futura, y que el modo de que no sea futura, ni presente, es empeñarse en que sea presente, porque el medio más cabal de alejar un resultado, es acelerar su arribo con imprudente instancia. Difundir la civilización es acelerar la democracia: aprender a pensar, a adquirir, a producir, es reclutarse para la democracia. La idea engendra la libertad, la espada la realiza…

Si, pues, queremos ser libres, seamos antes dignos de serlo. La libertad no brota de un sablazo. Es el parto lento de la civilización. La libertad no es la conquista de un día: es uno de los fines de la humanidad, fin que jamás obtendrá sino relativamente; porque cuando se habla de libertad, como de todo elemento humano, se habla de más o menos. Porque la libertad jamás falta a un pueblo de una manera absoluta, y si le faltase absolutamente, perecería, porque la libertad es la vida. No se ha de confundir, pues, lo poco con la nada. De que un pueblo no sea absolutamente libre, no se ha de concluir que es absolutamente esclavo. Por lo mismo, la libertad no es impaciente. Es paciente, porque es inmortal. Es sufrida, porque es invencible. Las cosquillas y las susceptibilidades extremadas contrastan ridículamente con su indestructibilidad.

Existe pues un paralelismo fatal entre la libertad y la civilización, o más bien, hay un equilibrio indestructible entre todos los elementos de la civilización, y cuando no marchan todos, no marcha ninguno. El pueblo que quiera ser libre ha de ser industrial, artista, filósofo, creyente, moral. Suprímase uno de estos elementos, se vuelve a la barbarie. Suprímase la religión, se mutila al hombre. La religión es el fundamento más poderoso del desenvolvimiento humano. La religión es el complemento del hombre. La religión es la escarapela distintiva de la humanidad; es una aureola divina que corona su frente y la proclama soberana de la tierra.

Réstanos pues una gran mitad de nuestra emancipación, pero la mitad lenta, inmensa, costosa: la emancipación íntima, que viene del desarrollo inteligente. No nos alucinemos, no la consumaremos nosotros. Debemos sembrar para nuestros nietos. Seamos laboriosos con desinterés; leguemos para que nos bendigan. Digamos con Saint Simon: La edad de oro de la República Argentina no ha pasado: está adelante; está en la perfección del orden social. Nuestros padres no la han visto; nuestros hijos la alcanzarán un día; a nosotros nos toca abrir la ruta. Alborea en el fondo de la Confederación Argentina, esto es, en la idea de una soberanía nacional que reúna las soberanías provinciales, sin absorberlas, en la unidad panteísta, que ha sido rechazada por las ideas y las bayonetas argentinas.

Tal es pues nuestra misión presente: el estudio y el desarrollo pacífico del espíritu americano, bajo la forma más adecuada y propia. Nosotros hemos debido suponer en la persona grande y poderosa que preside nuestros destinos públicos una fuerte intuición de estas verdades, a la vista de su profundo instinto antipático hacia las teorías exóticas. Desnudo de las preocupaciones de una ciencia estrecha que no cultivó, es advertido desde luego por su razón espontánea, de no sé qué de impotente, de ineficaz, de inconducente que existía en los medios de gobierno practicados precedentemente en nuestro país; que estos medios importados y desnudos de toda originalidad nacional no podían tener aplicación en una sociedad cuyas condiciones normales de existencia diferían totalmente de aquéllas a que debían su origen exótico; que por tanto, un sistema propio nos era indispensable. Esta exigencia nos había sido ya advertida por eminentes publicistas extranjeros. Debieron estas consideraciones inducirle a nuevos ensayos, cuya apreciación es, sin disputa, una prerrogativa de la historia y de ningún modo nuestra, porque no han recibido todavía todo el desarrollo a que están destinados, y que sería menester para hacer una justa apreciación. Entretanto, podemos decir que esta concepción no es otra cosa que el sentimiento de la verdad profundamente histórica y filosófica de que el derecho se desarrolla bajo el influjo del tiempo y del espacio. Bien pues: lo que el gran magistrado ha ensayado de practicar en la política, es llamada la juventud a ensayar en el arte, en la filosofía, en la industria, en la sociabilidad; es decir, es llamada la juventud a investigar la ley y la forma nacional del desarrollo de estos elementos de nuestra vida americana, sin plagio, sin imitación, y únicamente en el íntimo y profundo estudio de nuestros hombres y de nuestras cosas.

La crítica podrá encontrar absurdas y débiles las consideraciones que preceden y que vienen, pero nada oficial, nada venal, nada egoísta, descubrirá en ellas (11). Son la filosofía, la reflexión libre y neutral aplicada al examen de nuestro orden de cosas, porque es ya tiempo de que la filosofía mueva sus labios. Es ya tiempo de que la nueva generación llamada por el orden regular de los sucesos a pronunciar un fallo, sin ser ingrata por los servicios que debe a sus predecesores, rompa altivamente toda solidaridad con sus faltas y extravíos. Que una gratitud mal entendida no la pierda: que lo pasado cargue con su responsabilidad. No más tutela doctrinaria que la inspección severa de nuestra historia próxima.

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(11) Algunos compatriotas egoístas, es decir, discípulos de Bentham, nos han creído vendidos cuando han visto estas ideas iniciadas en un prospecto. No es extraño que nos juzguen así los que no conocen en la conducta humana otro móvil que la utilidad. Los patriotas utilitarios, es decir, egoístas, es decir, no patriotas, no sirven a la patria por deber, sino por honores, por vanidad, por amor propio, esto es, por interés, por egoísmo. Nosotros, que no tenemos el honor de pertenecer a la escuela de Bentham, servimos a la patria por una impulsión desinteresada, y porque creemos que todo ciudadano tiene el deber de servirla: de suerte que, aun cuando en vez de recompensas no esperásemos más que desprecios (porque a veces la patria paga los servicios con desdenes), nosotros nos creeríamos siempre en el deber de servirla. Pero estos sacrificios no entran en las cabezas utilitarias. Su patriotismo egoísta dejaría arder diez veces la patria antes que salvarla al precio de una efímera ignominia. ¡Fuera lindo que los que se proponen desterrar de entre nosotros el dogma inmoral del egoísmo, comenzaran por venderse ellos mismos!

¡Oh! ¡Sin duda, que es dulce y grande el marchar en el sentido de las tendencias legítimas de los pueblos, en sus movimientos de libertad y emancipación, sobre todo, que son divinos y sagrados! Dichosos los que son llamados en momentos tan bellos. Pero el desarrollo social se opera alternativamente por movimientos activos y reactivos; y las represiones oportunas y justas son tan conducentes a los progresos de la libertad social como los impulsos más progresivos de sí mismos. Épocas hay en la vida de los pueblos destinadas alternativamente a esta doble función, y de ahí los momentos impulsivos y los momentos reactivos; nuestros padres llegaron en los primeros; a nosotros nos han tocado de los últimos. Todos los tiempos, todos los movimientos, todas las generaciones, conducen a un mismo fin -el desarrollo social-, pero no todos los caminos son igualmente brillantes. Hay siempre no sé qué de triste en toda misión reaccionaria, por justa que sea; y cuando por lo mismo debiera tener un título más de consideración el desgraciado que la llena, es casi siempre detestado; al paso que no hay un camino más corto para vestirse de gloria que presidir un movimiento directamente progresivo. Procede esto sin duda de que por lo común todos los movimientos humanos son excesivos, y la humanidad perdona más fácilmente los excesos progresivos que los excesos reaccionarios, porque casi siempre nacen aquellos de un sentimiento noble, y éstos de un sentimiento pérfido. Si toda reacción fuese justa, no sería odiosa; pero casi siempre es excesiva, y de ahí es que siempre es abominable…

lunes, 13 de septiembre de 2010

"Una Cualidad que no debe olvidarse"

IV (*)
El Amor es la cualidad más importante, por­que cuando es bastante fuerte en un hombre, lo estimula a revestirse de todas las demás, que sin ella nunca serían suficientes. Suele definirse el amor como un intenso deseo de unión con Dios y de liberación de la rueda de nacimientos y muertes. Pero este concepto del amor suena a egoísta e implica sólo una parte de su significa­do. El amor es más que deseo; es voluntad, reso­lución, determinación. Para producir este resul­tado, la resolución debe llenar vuestra natura­leza entera, hasta el punto de no dejar lugar para ningún otro sentimiento. Es, sin duda, la volun­tad de ser uno con Dios, no para escapar del su­frimiento y de la fatiga, sino a fin de que, en ra­zón de vuestro amor profundo hacia Él, podáis obrar con Él y como Él obra... Pues siendo Dios Amor, si queréis llegar a ser uno con Él, debéis también estar poseídos de amor y perfecto al­truismo.
En la vida diaria, esto significa dos cosas: pri­mera, que procuréis cuidadosamente no causar daño a ningún ser viviente; segunda, que siem­pre estéis alerta por si se presenta la oportunidad de ayudar.
Primero, no dañar. Hay tres pecados que causan en el mundo mayores males que todos los demás: maledicencia, crueldad y superstición, porque son pecados contra el amor. Si el hombre quiere henchir su corazón de amor divino, ha de vigilarlos y combatirlos constantemente.
Veamos los efectos de la maledicencia: Prin­cipia con el mal pensamiento, y esto en sí mismo es ya un crimen. Porque en todas las personas y en todas las cosas existe el bien y el mal. A cualquiera de éstos podemos prestarle fuerza, pensando en él, y por este medio ayudar o estor­bar la evolución; podemos hacer la voluntad del Logos o trabajar en contra de ella.
Si pensáis mal de otro, cometéis tres iniquida­des a un tiempo:
1a Llenáis el ambiente que os rodea de malos pensamientos en vez de buenos, y así aumentáis las tristezas del mundo.
2a Si en el ser en quien pensáis existe el mal que le atribuís, lo vigorizáis y alimentáis; y así, hacéis peor a vuestro hermano en vez de hacerlo mejor. Pero, si generalmente el mal no existe en él y tan sólo lo habéis imaginado, entonces vuestro maligno pensamiento tienta a vuestro hermano y lo induce a obrar mal, porque, si no es todavía perfecto, podéis convertirlo en aque­llo que de él habéis pensado.
3a Nutrís vuestra propia mente de malos en vez de buenos pensamientos, y así impedís vuestro propio desarrollo y os hacéis, a los ojos de quienes pueden ver, un objeto feo y repulsivo, en vez de bello y amable.
No contento con hacerse todo este daño y ha­cerlo a su víctima, el maldiciente procura con to­das sus fuerzas que los demás participen de su crimen. Les expone con vehemencia su chisme, con la esperanza de que lo crean, y entonces los convencidos cooperan con él, enviando malos pensamientos al pobre paciente. Y esto continúa día tras día, y no lo hace sólo una persona, sino miles. ¿Veis ahora cuán bajo, cuán terrible es este pecado? Procurad evitarlo en absoluto. No habléis jamás mal de nadie; negaos a escuchar a quien os hable mal de otro, y decidle, afectuo­samente: "Tal vez eso no sea verdad, y, aunque lo fuese, es mejor no hablar de ello".
(* extracto de "A los Pies del Maestro" de Jiddu Krishnamurti)

martes, 24 de agosto de 2010

"...En cuanto a la crueldad..." (*)

La crueldad intencionada consiste en causar, de propósito, dolor a otros seres vivientes, y éste es el pecado más grave de todos: obra de diablo más bien que de hombre. Diréis que ningún hom­bre puede hacer una cosa semejante; pero preci­samente los hombres la han hecho muy a menu­do y aún la están haciendo cada día. Los inquisi­dores la practicaron, y también muchas gentes religiosas en nombre de su religión; los vivisectores, así como habitualmente algunos maestros de escuela. Todas estas personas tratan de ex­cusar su brutalidad con la costumbre; pero un crimen no deja de serlo porque muchos hombres lo cometan. Karma no tiene en cuenta las cos­tumbres; y el karma de la crueldad es el más terrible. En la India, al menos, no puede haber excusa para tales costumbres, porque todos co­nocen el deber de no acusar mal a nadie. El des­tino de los crueles cae también sobre aquellos que se dedican intencionadamente a matar a las criaturas de Dios, y llaman a esto deporte.
Ya sé que tales cosas no las efectuáis vosotros, y por amor de Dios hablaréis claramente contra ellas cuando la oportunidad se os presente. Pero también hay crueldad en las palabras como en los actos, y una persona que diga una palabra con intención de herir a otra es culpable de este crimen. Esto tampoco lo haréis vosotros; pero algunas veces una palabra dicha al descuido ha­ce tanto daño como una maliciosa. Así pues, de­béis estar siempre en guardia contra la crueldad no intencionada.
En general, ello procede de la irreflexión. Hay hombres tan poseídos de la ambición y de la ava­ricia, que ni siquiera se dan cuenta del sufri­miento que causan a los demás pagándoles poco, o haciendo pasar hambre a su mujer e hijos Otros, pensando tan sólo en su codicia, se preocupan poco de los cuerpos y de las almas, a quie­nes arruinan por satisfacerla. Para librarse de unos cuantos minutos de molestia, un hombre deja de pagar a sus obreros el día que les corres­ponde, sin acordarse de las dificultades que este hecho les reporta. ¡Tanto sufrimiento se causa por descuido, por olvidar cómo una acción ha de afectar a los demás!...
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(*) Fragmento extraido de "A los pies del Maestro", J. Krishnamurti
(NOTA: las publicaciones tienen el sólo objeto informativo y educativo sin fines de lucro)

martes, 20 de julio de 2010

"Distinguir entre Rectitud y Especulación"

(Fragmento *)

La manera en la que un hombre honesto mantiene su mente es tan sólo una cuestión de distinguir entre lo ético y lo ventajoso. La distinción entre el hombre noble y el mísero, la diferencia entre los principios de reyes y caudillos estriba en la brecha que existe entre rectitud y especulación.
¿Qué es rectitud? Hacer examen de conciencia con sensación de vergüenza y miedo, autocrítica tras lidiar con los asuntos; eso podría denominarse rectitud. ¿Qué es el lucro, la especulación? Abandonarse a los deseos internos, tratar de conseguir comodidad y placeres externos; eso podría denominarse especular.
Tanto en el pasado como en el presente, el proceso de los principiantes que entran en el Camino consiste en aclarar la distinción entre lo que es correcto y lo que es ventajoso. Y es así porque a la gente le resulta muy atractivo el lucrarse y todo el mundo se obsesiona con ello. Así que en cuestiones de vida y muerte les gusta la vida y odian la muerte; en asuntos de ganancia o pérdida corren hacia los beneficios y huyen de las pérdidas; en cuestiones de labor y holganza, les desagrada la labor y se dedican a la holganza.
Las necesidades de alimentación, vivienda e indumentaria, el alcance de mirar, escuchar, hablar y actuar… Allí donde ocurre la sensación no puede suceder otra cosa. La enseñanza de sabios y nobles no es despreciar la vida y lanzarse a la muerte, o correr hacia las pérdidas y evitar las ganancias, ni laborar sin holganza. Los gustos y aversiones de sabios y personas nobles no pueden ser distintos de los de las personas comunes: la diferencia sólo radica en el discernimiento o la confusión.
¿Qué quiero decir con lo de confusión? Lucrarse uno mismo, sin tener en cuenta a los demás, a eso le llamo confusión. Si lo que quieres es obtener algo para ti mismo, ten en cuenta que todo el mundo quiere lo mismo; por ello, lo que hacen los sabios y las personas nobles es distinguir la importancia relativa.
… El mundo y la nación son más importantes que el individuo. Mirar, escuchar, hablar y actuar es menos importante que la mente.
Cuando investigas y razonas a fondo la cuestión de la importancia relativa, la confusión debería cesar. Y es así porque en una situación de vida y muerte, si existe peligro inminente de dañar a personas importantes, como el señor o el pueblo, uno no debe dudar en morir sin pensárselo dos veces; aunque si esas personas importantes para ti no corren peligro alguno, entonces lo correcto es que conserves la vida. Eso también puede aplicarse a ganar y perder, laborar y holgar.
Cuando examinas los principios de las cosas de este modo en todas las situaciones, en ese momento se desarrolla una conducta correcta y racional, a la vez que desaparece lo que motiva la ganancia y la pérdida. Incluso así, la distinción entre lo que es beneficioso y lo que resulta perjudicial queda de esta manera clara: lo beneficioso es verdaderamente beneficioso, lo perjudicial es realmente perjudicial. Cuando los sabios enseñan esto a los nobles, no están forzando nada, sólo permiten que lo reconozcan en sí mismos y aplican la razón de su inevitabilidad a todas las cosas.
Sabiendo que esta confusión es difícil de analizar, la gente de antaño pergeñó diversas doctrinas. Si se es un hombre de categoría, al abandonar un deber obvio a causa del interés personal es desde luego vergonzoso y espantoso, muy lamentable. A causa de ello, las personas se sienten orgullosas cuando obtienen pequeñas ventajas, arrogantes cuando alcanzan el éxito, buscan dinero y huyen de las dificultades, intentan prevalecer con sus argumentos, quieren una parte más grande, se sienten descontentos, desean satisfacer todas sus ambiciones y esperan que cualquier posible placer sea absoluto.
Cuando se manifiestan estos deseos ilimitados de este tipo, no puede distinguirse la importancia relativa y uno se olvida de lo más serio y valora lo más frívolo, descuidando al final los deberes para con su señor y súbditos, padre e hijos, hermano mayor y hermano menor, maestros, compañeros, esposo y esposa, haciendo sólo lo que uno quiere, dando paso a consecuencias desagradables. Ello se debe a que el abandono de los deberes propios implica la violación de las leyes naturales.

* Yamaga Soko (1622-85)
En sus enseñanzas sostiene que la función del Samurai es la de ejemplificar en vida la virtud, igualándolo así al "hombre superior" de Confusio.

jueves, 8 de julio de 2010

"DECORO AL HABLAR"

(Fragmentos*)

… Hablar es un acto de comunicar lo que está dentro. Se dice que aunque se trate de un chiste, proviene del pensamiento. Como el habla emerge externamente a partir de la actividad interna, siempre que estás agitado hablas atolondradamente. Serás locuaz y frívolo, hablando sin moderación, demasiado, tal vez incluso inventado anécdotas para la ocasión o molestando a los demás con palabras intempestivas.
... Bajo esta perspectiva, y como las palabras y el lenguaje son manifestaciones de lo interno, si eres descuidado, tus modales también serán desordenados. La preocupación de un hombre noble por evitar el lenguaje descortés debe ser apreciada.
Eso debe ser a lo que se refieren las orientaciones para hablar, que dicen que hablar puede crear enemigos y hacer amigos, puede atraer la fortuna y la calamidad, la gloria y la desgracia. Es muy fácil ser pretencioso, mientras que si es demasiado complicado se torna obstaculizador. Sabios y eruditos han advertido ya desde la antigüedad acerca de hablar demasiado sin que vaya acompañado de una acción equivalente. Por lo general, aunque es muy fácil abrir la boca y hablar, cuando no se moderan las palabras, uno se torna demasiado locuaz sin que venga a cuento, y como no puede poner en práctica todo lo que se dice, acaba siendo palabrería hueca y promesas incumplidas. Es algo de lo que uno debe avergonzarse.
Por tanto, para que tus palabras sean siempre mesuradas, cuando vayas a hablar por iniciativa propias, hazlo tras haber calculado cuidadosamente la oportunidad y considerando la ocasión. Esa es la idea que subyace al dicho “Prefiere la discreción a la hora de hablar, como si no pudieras hacerlo”.
Las palabras se reflejan en los actos, y los actos se reflejan en las palabras. La determinación de hacer lo que dicen en todas las cosas es lo que gustan hacer los hombres de carácter noble. Debes poner atención y hablar sin ser inoportuno, siendo moderado incluso a la hora de estar de acuerdo con lo que dicen otros, para no ser inoportuno ni ofender con tus palabras.
Si te descuidas y sueltas la lengua, hablarás demasiado y te equivocarás, cansándote y siendo maleducado…
“Tal vez un loro pueda hablar, pero sigue siendo un pájaro, un orangután tal vez pueda hablar, pero no deja de ser un animal”. La cuestión es que si careces de cortesía siendo un ser humano, aunque puedas ser sincero al hablar, lo que digas recordará a un animal salvaje…
Cuando hablas con demasiada rapidez estás siendo maleducado, y a tus oyentes les resultará difícil seguirte. Cuando hablas en voz muy alta, asustas a la gente para nada. Además cuando hay mucho que decir, si empiezas en voz muy alta, te será difícil acabar de explicarte. Eso es lo que debe querer decir el dicho que aparece en los Anales de modales: “La boca manifiesta calma, el tono gravedad".
…Cuando las personas de antaño hablaban, saludaban a quienes les rodeaba. Cuando no se escucha atentamente lo que dice la gente sino que se responde como si se entendiese, a causa de tu falta de cuidado, tus respuestas estarán inevitablemente fuera de lugar; afirmando saber lo que no sabes y diciendo recordad lo que no recuerdas, demostrarás ser un inconsistente. Este es un ejemplo de la antigua máxima: “Una vez que se pronuncia una palabra, no la podrá alcanzar ni una manada de caballos”.
… La descortesía no sólo se refiere a un lenguaje vulgar o impropio. Siempre que abres la boca sin moderación estás siendo descortés. Debes comprender la magnitud de la exhortación sobre no decir nada descortés.
… Hablar todo el día, desperdiciar palabras, querer hacer gala de la propia inteligencia y lucirse verbalmente es algo que una persona noble detesta: es elocuencia vana. Los miserables están acostumbrados a darle la vuelta a todo en su propio beneficio. No hay peor indecencia verbal que ésa.

/ * Yamaga Soko (1622-85) En sus enseñanzas sostiene que la función del Samurai es la de ejemplificar en vida la virtud, igualándolo así al "hombre superior" de Confusio. /

sábado, 19 de junio de 2010

DESIDERATA


Camina plácido entre el ruido y la prisa
y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio.
En cuanto te sea posible y sin rendirte
mantén buenas relaciones con todas las personas.
Enuncia tu verdad de manera serena y clara
y escucha a los demás incluso al torpe e ignorante,
también ellos tienen su propia historia.
Esquiva a las personas ruidosas y agresivas
ya que son un fastidio para el Espíritu.
Si te comparas con los demás te volverás vano y amargado
pues siempre habrán personas
más grandes y más pequeñas que tú.

Disfruta de tus éxitos lo mismo que de tus fracasos.
mantén el interés en tu propia carrera,
por humilde que sea, ella es un verdadero tesoro
en el fortuito cambiar de los tiempos.
Sé cauto en tus negocios,
pues el mundo esta lleno de engaños,
mas no dejes que éstos te vuelvan ciegos
para la virtud que existe.
Hay muchas personas que se esfuerzan
por alcanzar nobles ideales,
la vida esta llena de heroísmo.
Sé sincero contigo mismo,
en especial no finjas en el afecto
y no seas cínico en el amor,
pues en medio de todas las arideces y desengaños
es perenne como la hierba.
Acata dócilmente el consejo de los años
abandonando con donaire las cosas de la juventud.
Cultiva la firmeza del Espíritu para que te proteja
en las adversidades repentinas,
muchos temores nacen de la fatiga y de la soledad;
sobre una sana disciplina,
¡Sé benigno contigo mismo!

Tú eres una criatura del universo
no menos que las plantas y las estrellas
tienes derecho a existir;
y sea que te resulte claro o no,
indudablemente ¡el mundo marcha como debiera!

Por eso debes estar en paz con Dios,
cualquiera que sea tu idea de él;
y sean cualesquiera tus trabajos y aspiraciones
conserva la paz con tu alma
en la bulliciosa confusión de la vida.

Aún con todas sus farsas,
penalidades y sueños fallidos,
el mundo es todavía hermoso.
Sé cauto... ¡esfuérzate por ser feliz!

(Max Ehrmann)

martes, 15 de junio de 2010

"HONRADEZ" *

(Fragmento)

"Para que un hombre sea decente en sociedad ha de ser honesto. Honradez significa acatar lo correcto, sin dudar, corregir lo que requiere corrección independientemente de la relación o el rango, sin halagar a las personas o adaptarse a las convenciones.

En cuanto a los que dicen que es muy difícil hacerse un sitio en la sociedad acatando un principio así, sin seguir el rumbo que marca el mundo y siguiendo a otros, absteniéndose de corregir los errores de su señor mientras siguen aceptando sus salarios, sin reconvenir a su padres o hermanos cuando éstos se equivocan, que se mantienen al día, recibiendo grandes salarios y aceptando puestos importantes, dando coba a sus mayores, diciendo que reconvendrán al señor cuando sea el momento adecuado, que no hacen más que perder el tiempo, sin hacer nada en sus vidas, hacen gala de una actitud vergonzante y ridículo. ¿Cómo iban a tener un corazón resuelto? Dependiendo de sus salarios, cegados por sus puestos, pierden su mente original y se convierten en el hazmerreír de todo el mundo.

Mencio dijo que los hombres de carácter se alzan incluso sin un rey. Cuando dependen de la ayuda ajena y están sedientos de aceptación, las personas admiten las críticas y corrigen sus errores aunque no sean gentes honestas. En cuanto a los hombres de carácter, no esperan o depende de ayuda alguna.

Un pino alcanza el Cielo sin doblegarse, una orquídea sigue siendo fragante aunque no haya nadie cerca. Eso puede considerarse el punto sobre el que se alza la honradez de un hombre. Como honesto, preciso y significativo son expresiones importantes en el Libro de los Cambios, al trabajar para tu señor y tu padre, a establecerte en el mundo, en todas las ocasiones, has de considerar fundamentales el sentido verdadero y la precisión honrada".

* Yamaga Soko (1622-85) En sus enseñanzas sostiene que la función del Samurai es la de ejemplificar en vida la virtud, igualándolo así al "hombre superior" de Confusio.

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NOTA: todo el material que se publica es con fines educativos y sin fines de lucro.

jueves, 13 de mayo de 2010

"Un ser humano es la humanidad entera "

La responsabilidad.
"Un ser humano es la humanidad entera"

La palabra responsabilidad debe ser comprendida en toda su significación. Proviene de ‘responder’, responder no de forma parcial sino íntegramente. La palabra también supone responder apelando al propio acervo, o sea remitiéndose al condicionamiento personal. Tal como se entiende generalmente, la responsabilidad es la acción del propio condicionamiento humano. Es natural que nuestra cultura, la sociedad en que vivimos, condicione la mente, ya se trate de una cultura autóctona o foránea. Uno responde a partir de ese condicionamiento y dicha respuesta limita nuestra responsabilidad. Si uno ha nacido en la India, en Europa, en América o donde fuere, su respuesta se corresponderá con la superstición religiosa —todas las religiones son estructuras supersticiosas— , con el nacionalismo o con las teorías científicas. Estas cosas condicionan nuestra respuesta y, como son siempre limitadas y finitas, siempre hay contradicción, conflicto y la creación de confusión. Esto es inevitable y ocasiona división entre los seres humanos. Cualquier forma de división tiene que conducir no sólo al conflicto y la violencia sino, en última instancia, a la guerra.

Si uno comprende el verdadero significado de la palabra responsable y lo que está pasando actualmente en el mundo, ve que la responsabilidad se ha vuelto irresponsable. En la comprensión de lo que es irresponsable comenzaremos a comprender qué es la responsabilidad. La responsabilidad, tal como la palabra indica, es para con la totalidad, no para consigo mismo ni con su familia, no en relación a ciertos conceptos o creencias, sino para con la humanidad entera.
Nuestras diversas culturas han puesto el énfasis en la separatividad, a la que se le da el nombre de individualismo, la cual ha tenido como resultado que cada cual hace lo que quiere o se compromete con su pequeño talento particular, por muy provechoso o útil que ese talento sea para la sociedad. Esto no significa lo que los totalitarios quieren hacerle creer a uno: que los únicos que importan son el Estado y las autoridades que lo representan, no los seres humanos. El Estado es un concepto, pero un ser humano, aunque viva en el Estado, no es un concepto. El miedo es una realidad, no un concepto.

Psicológicamente un ser humano es la humanidad entera. No sólo la representa sino que es la totalidad de la raza humana. Un ser humano es, en esencia, la totalidad de la psiquis de la humanidad. Sobre esta realidad diversas culturas han impuesto la ilusión de que cada ser humano es diferente. La humanidad lleva siglos atrapada en esta ilusión, la cual ha acabado convirtiéndose en una realidad. Si observa muy detenidamente toda su propia estructura psicológica, descubrirá que al igual que uno sufre también sufre, en distintas medidas, toda la humanidad. Si uno se siente solo, la humanidad entera conoce esa soledad. La agonía, los celos, la envidia y el miedo son conocidos por todos. De modo que psicológica, internamente uno es idéntico a otro ser humano. Puede haber diferencias físicas, biológicas, que uno es alto o bajo, etcétera, pero básicamente uno es el representante de toda la humanidad. Así que psicológicamente usted es el mundo. Usted es responsable de toda la humanidad, no de sí mismo como persona aparte, lo cual es una ilusión psicológica. Como representante de toda la raza humana, su respuesta es total, no parcial. De manera que la responsabilidad tiene un significado totalmente distinto. Uno tiene que aprender el arte de esta responsabilidad. Si capta plenamente el significado del hecho de que psicológicamente usted es el mundo, entonces esa responsabilidad se convierte en un sentimiento desbordante de amor. Entonces uno cuidará del niño, y no sólo en su más tierna edad sino que se cerciorará de que comprenda la significación de la responsabilidad a lo largo de toda su vida. Este arte incluye la conducta, las formas de pensar y la importancia de la acción correcta. En estas escuelas la responsabilidad para con la tierra, la naturaleza y el prójimo forma parte de nuestra educación y no sólo el énfasis en las materias académicas, aunque éstas sean necesarias.

Entonces podemos preguntar: ¿qué es lo que el maestro enseña y qué es lo que el alumno recibe? Y más ampliamente: ¿qué significa aprender? ¿Cuál es la función del educador? ¿Consiste meramente en enseñar álgebra y física, o en despertar en el estudiante y, por lo tanto, en sí mismo, un sentimiento inmenso de responsabilidad? ¿Pueden ir juntas ambas cosas, o sea las asignaturas que contribuirán a sacar una carrera y la responsabilidad para con la totalidad de la humanidad y de la vida, o deben mantenerse separadas? Si se mantienen aparte, entonces habrá contradicción en la vida del estudiante; éste se volverá un hipócrita e inconsciente o deliberadamente repartirá su vida entre dos compartimentos estancos. La humanidad vive en esta división. En casa será de una manera y en la fábrica o en la oficina se pondrá otro antifaz. ¿Pueden caminar juntas esas dos cosas?

Cuando se formula una pregunta de esta clase, uno debe investigar lo que la pregunta implica y no si es o no es posible. Así que su modo de abordar esta pregunta es sumamente importante. Si la aborda desde su condicionamiento limitado —y todo condicionamiento es limitado—, entonces sólo obtendrá una comprensión parcial de las implicaciones que esto supone. Usted debe abordar esta pregunta como por primera vez. Entonces descubrirá la inutilidad de la propia pregunta porque, al abordarla de ese modo, verá que ambas cosas confluyen como dos corrientes para formar el río formidable que es su vida, su vida diaria de responsabilidad total. ¿Es eso lo que usted está enseñando, comprendiendo que el magisterio es la más noble de todas las profesiones? Éstas no son meras palabras sino una realidad perdurable que no se debe pasar por alto. Si no siente la verdad de esto, entonces en realidad usted debería tener otra profesión, pues vivirá en las ilusiones que la humanidad se ha inventado.

Así que podemos preguntar nuevamente: ¿Qué está usted enseñando y qué es lo que aprende el estudiante? ¿Está usted creando ese ambiente peculiar en el que se da el verdadero aprender? Si ha comprendido lo tremenda que es la responsabilidad y su belleza, entonces usted es totalmente responsable del estudiante: de lo que viste, de lo que come, de su forma de hablar, etcétera. De esta pregunta surge otra: ¿Qué significa aprender? Probablemente la mayoría de nosotros ni siquiera se haya formulado esta pregunta, o si nos la hemos planteado, nuestra respuesta se ha basado en la tradición, que es conocimiento acumulado, conocimiento que empleamos con destreza o sin destreza para ganarnos el pan de cada día. Esto es lo que le han enseñado a uno y para lo que existen todos los colegios, institutos y universidades normales. Lo que predomina es el conocimiento, que es uno de nuestros mayores condicionamientos, y de ese modo el cerebro nunca está libre de lo conocido. Siempre está añadiendo a lo que ya se conoce y así el cerebro se pone la camisa de fuerza de lo conocido y nunca tiene libertad para descubrir un modo de vida que acaso no se base para nada en lo conocido. Lo conocido tiende a crear una rutina de mayor o menor envergadura y uno se mantiene en esa rutina pensando que en ella hay seguridad; pero esa seguridad es destruida por la propia finitud de lo conocido. Ésta ha sido la forma de vida de la humanidad hasta la fecha.

¿Existe, pues, una manera de aprender que no convierta la vida en una rutina, en un cauce estrecho? ¿Qué es, entonces, el aprender? Debemos tener muy claro lo que son las modalidades del conocimiento. Adquirimos conocimientos técnicos y psicológicos y luego actuamos partiendo de esos conocimientos; o actuamos y adquirimos conocimientos en base a esa acción. Ambas formas son adquisiciones de conocimiento. El conocimiento es siempre el pasado. ¿Hay un modo de actuar sin el peso enorme del conocimiento que el hombre ha acumulado? Lo hay. No es el aprender tal como lo conocemos; es observación pura. No es una observación continua y que luego se convierte en memoria, sino la observación de instante en instante. El observador es la esencia del conocimiento y él le sobrepone a lo que observa lo que ha adquirido mediante la experiencia y diversas clases de reacción sensorial. El observador siempre está manipulando lo que observa y lo que observa siempre es reducido a conocimiento. De manera que él está siempre atrapado en la vieja tradición de la formación de hábitos.
Por lo tanto, aprender es observación pura, no sólo de las cosas externas sino también de lo que ocurre internamente. Es observación sin el observador.
Jiddu Krishnamurti.
(“Aprender es vivir, Cartas a las escuelas" - extracto publicado por la Fundación Krishnamurti Latinoamericana”).
/NOTA: todo el material publicado aquí es pura y exclusivamente con fines informativos y educativos./

lunes, 3 de mayo de 2010

Nelson Mandela - 1994

“Llegó el Momento de curar las heridas”.*

En el día de hoy, todos nosotros, mediante nuestra presencia aquí y mediante celebraciones en otras partes de nuestro país y del mundo, conferimos esplendor y esperanza a la libertad recién nacida. De la experiencia de una desmesurada catástrofe humana que ha durado demasiado tiempo debe nacer una sociedad de la que toda la Humanidad se sienta orgullosa.

Nuestros actos diarios como sudafricanos comunes deben producir una auténtica realidad sudafricana que reafirme la creencia de la Humanidad en la justicia, refuerce su confianza en la nobleza del alma humana y dé aliento a todas nuestras esperanzas de una vida espléndida para todos. Todo esto nos lo debemos a nosotros mismos y se lo debemos a los pueblos del mundo que tan bien representados está hoy aquí.

Sin la menor vacilación digo a mis compatriotas que cada uno de nosotros está íntimamente arraigado en el suelo de este hermoso país, igual que lo están los famosos jacarndás de Pretoria y las mimosas de Bushveld. Cada vez que uno de nosotros toca el suelo de esta tierra, experimentamos una sensación de renovación personal. El clima de la nación cambia a medida que lo hacen también las estaciones. Una sensación de júbilo y euforia nos conmueven cuando la hierba se torna verde y las flores se abren.

Esa unidad espiritual y física que todos compartimos con esta patria común explica la profundidad del dolor que albergamos en nuestro corazón al ver cómo nuestro país se hacía pedazos a causa de un terrible conflicto, al verlo rechazado, proscripto y aislado por los pueblos del mundo, precisamente por haberse convertido en la sede universal de la ideología y la práctica perniciosas del racismo y la opresión racial.

Nosotros, que no hace tanto estábamos proscriptos, hayamos recibido hoy el inusitado privilegio de ser los anfitriones de las naciones del mundo en nuestro propio territorio.

Les damos las gracias a todos nuestros distinguidos huéspedes internacionales por haber acudido a tomar posesión, junto con el pueblo de nuestro país, de lo que es, a fin de cuentas, una victoria común de la justicia, de la paz, de la dignidad humana. Confiamos en que continuarán ofreciéndonos su apoyo a media que nos enfrentemos a los retos de la construcción de la paz, la prosperidad, la democracia, la erradicación del sexismo y del racismo.

Apreciamos hondamente el papel que el conjunto de nuestro pueblo, así como sus líderes de masas, políticos, religiosos, jóvenes, empresarios, tradicionales y muchos otros, tanto hombres como mujeres, han desempeñado para provocar este desenlace. De entre todos ellos, mi segundo vicepresidente, el honorable F. W. de Klerk, es uno de los más significativos. También nos gustaría rendir tributo a nuestras fuerzas de seguridad, a todas sus filas, por el distinguido papel que han desempeñado en la salvaguarda de nuestras primeras elecciones democráticas, así como de la transición a la democracia, protegiéndonos de fuerzas sanguinarias que continúan negándose a ver la luz.

Ha llegado el momento de curar las heridas. El momento de salvar los abismos que nos dividen. Nos ha llegado el momento de construir. Al fin hemos logrado la emancipación política. Nos comprometemos a liberar a todo nuestro pueblo del persistente cautiverio de la pobreza, las privaciones, el sufrimiento, la discriminación de género así como de cualquier otra clase. Hemos logrado dar los últimos pasos hacia la libertad en relativas condiciones de paz. Nos comprometemos a construir una paz completa, justa y perdurable. Hemos triunfado en nuestro intento de implantar esperanza en el seno de millones de los nuestros. Contraemos el compromiso de construir una sociedad en la que todos los sudafricanos, tanto negros como blancos, puedan caminar con la cabeza alta, sin ningún miedo en el corazón, seguros de contar con el derecho inalienable a la dignidad humana: una nación irisada, en paz consigo mismo y con el mundo.

Como muestra de este compromiso de renovación de nuestro país, el nuevo gobierno provisional de unidad nacional, puesto que es apremiante, aborda el tema de la amnistía para gente nuestra de diversa condición que actualmente se encuentra cumpliendo condena. Dedicamos el día de hoya a todos los héroes y las heroínas de este país y del resto del mundo que se han sacrificado de numerosas formas y han ofrendado su vida para que pudiéramos ser libres. Sus sueños se han hecho realidad. La libertad es su recompensa. Nos sentimos a la par humildes y enaltecidos por el honor y el privilegio que ustedes, el pueblo sudafricano, nos han conferido como primer presidente de una Sudáfrica unida, democrática, no racista y no sexista, para conducir a nuestro país fuera de este valle de oscuridad.

Aún así, somos conscientes de que el camino hacia la libertad no es sencillo. Bien sabemos que ninguno de nosotros puede lograr el éxito actuando en soledad. Por consiguiente, debemos actuar en conjunto, como un pueblo unido, para lograr la reconciliación nacional y la construcción de la nación, para alentar el nacimiento de un nuevo mundo.

Que haya justicia para todos. Que haya paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal para todos. Que cada uno de nosotros sepa que todo cuerpo, toda mente y toda alma han sido liberados para que puedan sentirse realizados. Nunca, nunca jamás volverá a suceder que esta hermosa tierra experimente de nuevo la opresión de los unos sobre los otros, ni que sufra la humillación de ser la escoria del mundo. Que impere la libertad. El sol jamás se pondrá sobre un logro humano tan esplendoroso.

Que Dios bendiga a África.

Muchas Gracias

* Nelson Mandela.

(Discurso del 10 de Mayo de 1994 al asumir como Presidente de Sudáfrica).