jueves, 13 de mayo de 2010

"Un ser humano es la humanidad entera "

La responsabilidad.
"Un ser humano es la humanidad entera"

La palabra responsabilidad debe ser comprendida en toda su significación. Proviene de ‘responder’, responder no de forma parcial sino íntegramente. La palabra también supone responder apelando al propio acervo, o sea remitiéndose al condicionamiento personal. Tal como se entiende generalmente, la responsabilidad es la acción del propio condicionamiento humano. Es natural que nuestra cultura, la sociedad en que vivimos, condicione la mente, ya se trate de una cultura autóctona o foránea. Uno responde a partir de ese condicionamiento y dicha respuesta limita nuestra responsabilidad. Si uno ha nacido en la India, en Europa, en América o donde fuere, su respuesta se corresponderá con la superstición religiosa —todas las religiones son estructuras supersticiosas— , con el nacionalismo o con las teorías científicas. Estas cosas condicionan nuestra respuesta y, como son siempre limitadas y finitas, siempre hay contradicción, conflicto y la creación de confusión. Esto es inevitable y ocasiona división entre los seres humanos. Cualquier forma de división tiene que conducir no sólo al conflicto y la violencia sino, en última instancia, a la guerra.

Si uno comprende el verdadero significado de la palabra responsable y lo que está pasando actualmente en el mundo, ve que la responsabilidad se ha vuelto irresponsable. En la comprensión de lo que es irresponsable comenzaremos a comprender qué es la responsabilidad. La responsabilidad, tal como la palabra indica, es para con la totalidad, no para consigo mismo ni con su familia, no en relación a ciertos conceptos o creencias, sino para con la humanidad entera.
Nuestras diversas culturas han puesto el énfasis en la separatividad, a la que se le da el nombre de individualismo, la cual ha tenido como resultado que cada cual hace lo que quiere o se compromete con su pequeño talento particular, por muy provechoso o útil que ese talento sea para la sociedad. Esto no significa lo que los totalitarios quieren hacerle creer a uno: que los únicos que importan son el Estado y las autoridades que lo representan, no los seres humanos. El Estado es un concepto, pero un ser humano, aunque viva en el Estado, no es un concepto. El miedo es una realidad, no un concepto.

Psicológicamente un ser humano es la humanidad entera. No sólo la representa sino que es la totalidad de la raza humana. Un ser humano es, en esencia, la totalidad de la psiquis de la humanidad. Sobre esta realidad diversas culturas han impuesto la ilusión de que cada ser humano es diferente. La humanidad lleva siglos atrapada en esta ilusión, la cual ha acabado convirtiéndose en una realidad. Si observa muy detenidamente toda su propia estructura psicológica, descubrirá que al igual que uno sufre también sufre, en distintas medidas, toda la humanidad. Si uno se siente solo, la humanidad entera conoce esa soledad. La agonía, los celos, la envidia y el miedo son conocidos por todos. De modo que psicológica, internamente uno es idéntico a otro ser humano. Puede haber diferencias físicas, biológicas, que uno es alto o bajo, etcétera, pero básicamente uno es el representante de toda la humanidad. Así que psicológicamente usted es el mundo. Usted es responsable de toda la humanidad, no de sí mismo como persona aparte, lo cual es una ilusión psicológica. Como representante de toda la raza humana, su respuesta es total, no parcial. De manera que la responsabilidad tiene un significado totalmente distinto. Uno tiene que aprender el arte de esta responsabilidad. Si capta plenamente el significado del hecho de que psicológicamente usted es el mundo, entonces esa responsabilidad se convierte en un sentimiento desbordante de amor. Entonces uno cuidará del niño, y no sólo en su más tierna edad sino que se cerciorará de que comprenda la significación de la responsabilidad a lo largo de toda su vida. Este arte incluye la conducta, las formas de pensar y la importancia de la acción correcta. En estas escuelas la responsabilidad para con la tierra, la naturaleza y el prójimo forma parte de nuestra educación y no sólo el énfasis en las materias académicas, aunque éstas sean necesarias.

Entonces podemos preguntar: ¿qué es lo que el maestro enseña y qué es lo que el alumno recibe? Y más ampliamente: ¿qué significa aprender? ¿Cuál es la función del educador? ¿Consiste meramente en enseñar álgebra y física, o en despertar en el estudiante y, por lo tanto, en sí mismo, un sentimiento inmenso de responsabilidad? ¿Pueden ir juntas ambas cosas, o sea las asignaturas que contribuirán a sacar una carrera y la responsabilidad para con la totalidad de la humanidad y de la vida, o deben mantenerse separadas? Si se mantienen aparte, entonces habrá contradicción en la vida del estudiante; éste se volverá un hipócrita e inconsciente o deliberadamente repartirá su vida entre dos compartimentos estancos. La humanidad vive en esta división. En casa será de una manera y en la fábrica o en la oficina se pondrá otro antifaz. ¿Pueden caminar juntas esas dos cosas?

Cuando se formula una pregunta de esta clase, uno debe investigar lo que la pregunta implica y no si es o no es posible. Así que su modo de abordar esta pregunta es sumamente importante. Si la aborda desde su condicionamiento limitado —y todo condicionamiento es limitado—, entonces sólo obtendrá una comprensión parcial de las implicaciones que esto supone. Usted debe abordar esta pregunta como por primera vez. Entonces descubrirá la inutilidad de la propia pregunta porque, al abordarla de ese modo, verá que ambas cosas confluyen como dos corrientes para formar el río formidable que es su vida, su vida diaria de responsabilidad total. ¿Es eso lo que usted está enseñando, comprendiendo que el magisterio es la más noble de todas las profesiones? Éstas no son meras palabras sino una realidad perdurable que no se debe pasar por alto. Si no siente la verdad de esto, entonces en realidad usted debería tener otra profesión, pues vivirá en las ilusiones que la humanidad se ha inventado.

Así que podemos preguntar nuevamente: ¿Qué está usted enseñando y qué es lo que aprende el estudiante? ¿Está usted creando ese ambiente peculiar en el que se da el verdadero aprender? Si ha comprendido lo tremenda que es la responsabilidad y su belleza, entonces usted es totalmente responsable del estudiante: de lo que viste, de lo que come, de su forma de hablar, etcétera. De esta pregunta surge otra: ¿Qué significa aprender? Probablemente la mayoría de nosotros ni siquiera se haya formulado esta pregunta, o si nos la hemos planteado, nuestra respuesta se ha basado en la tradición, que es conocimiento acumulado, conocimiento que empleamos con destreza o sin destreza para ganarnos el pan de cada día. Esto es lo que le han enseñado a uno y para lo que existen todos los colegios, institutos y universidades normales. Lo que predomina es el conocimiento, que es uno de nuestros mayores condicionamientos, y de ese modo el cerebro nunca está libre de lo conocido. Siempre está añadiendo a lo que ya se conoce y así el cerebro se pone la camisa de fuerza de lo conocido y nunca tiene libertad para descubrir un modo de vida que acaso no se base para nada en lo conocido. Lo conocido tiende a crear una rutina de mayor o menor envergadura y uno se mantiene en esa rutina pensando que en ella hay seguridad; pero esa seguridad es destruida por la propia finitud de lo conocido. Ésta ha sido la forma de vida de la humanidad hasta la fecha.

¿Existe, pues, una manera de aprender que no convierta la vida en una rutina, en un cauce estrecho? ¿Qué es, entonces, el aprender? Debemos tener muy claro lo que son las modalidades del conocimiento. Adquirimos conocimientos técnicos y psicológicos y luego actuamos partiendo de esos conocimientos; o actuamos y adquirimos conocimientos en base a esa acción. Ambas formas son adquisiciones de conocimiento. El conocimiento es siempre el pasado. ¿Hay un modo de actuar sin el peso enorme del conocimiento que el hombre ha acumulado? Lo hay. No es el aprender tal como lo conocemos; es observación pura. No es una observación continua y que luego se convierte en memoria, sino la observación de instante en instante. El observador es la esencia del conocimiento y él le sobrepone a lo que observa lo que ha adquirido mediante la experiencia y diversas clases de reacción sensorial. El observador siempre está manipulando lo que observa y lo que observa siempre es reducido a conocimiento. De manera que él está siempre atrapado en la vieja tradición de la formación de hábitos.
Por lo tanto, aprender es observación pura, no sólo de las cosas externas sino también de lo que ocurre internamente. Es observación sin el observador.
Jiddu Krishnamurti.
(“Aprender es vivir, Cartas a las escuelas" - extracto publicado por la Fundación Krishnamurti Latinoamericana”).
/NOTA: todo el material publicado aquí es pura y exclusivamente con fines informativos y educativos./

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